domingo, 28 de febrero de 2016

CAPITULO VI




 (Atención: Este post contine escenas de caracter sexual +18)


CAPITULO VI

Leonardo se desnudó lentamente, y cuando el agua fría tocó su piel, lanzó un grito y empezó a reírse, no sabía muy bien porque.

Había venido aquí para enfrentarse al nuevo Yo de Girolamo y aunque se hallaba confuso con esa nueva personalidad del conde, no le incomodaba.
Era como si el santo y el pecador se hubieran unido en uno sólo, conservando sólo lo mejor de cada uno y cuando sus pensamientos volaron a los besos que ambos había compartido, su erección creció, volviéndose dolorosa.

Se apartó un poco de la jofaina y metió la cabeza en el agua, intentando relajarse.

No era ningún secreto que a él le daba igual compartir lecho con cualquiera de los dos sexos, pero saber que Riario se sentía también atraído por el había sido una grata sorpresa.

Sacó la cabeza del agua y se froto la cara.
El conde tenía razón. Estaba exhausto y hambriento, e intentando alejar su lujuria terminó de asearse y se vistió, poniéndose las oscuras ropas del conde.

CAPITULO V




CAPITULO V

- Acompáñame, Leonardo. Dispondré un baño ropa y comida para ti, mientras atiendo unos asuntos.
Después del cónclave partiremos hacia Florencia.
¿Te ha informado alguien de que ahora la ciudad está bajo mi mando?

- ¿Bajo tu mando? ¿Cómo. ..? Lorenzo vive y la ciudad está bajo su mandato. Los Medici son los dueños y señores de Florencia desde tiempos del Mago, Girolamo.

Leonardo se sentía confuso ante las enigmáticas palabras del conde y su curiosidad dio rienda suelta a su verborrea.

sábado, 27 de febrero de 2016

CAPITULO IV



CAPITULO IV
El cardenal Giovanni Battista  miró con desprecio a los dos hombres y empezó a recorrer el salón principal de arriba abajo.

La expresión de Riario se hizo dura y sus dedos apretaron más la empuñadura de su daga, pero Leonardo, que para disimular dibujaba cosas apresuradamente en su cuadernillo, le hizo señas para que se contuviera.

Ambos amantes se miraron y Leonardo optó por tomar la iniciativa, hablándole al recién llegado.

-Monseñor...Soy el maestro  Leonardo Di Sir Piero Da Vinci. Soy artista, inventor, anatomista e ingeniero bélico al servicio del Vaticano. Recién vuelvo de luchar en la cruzada y soy quien inventó la maquinaria que terminó con nuestros enemigos.

El cardenal Battista miro a Da Vinci como si fuera un molesto bicho y caminó por la sala, sometiéndolo todo al mismo escrutinio inquisidor.

-¿Así que tú eres el hereje impío que usa magia para derrotar a sus enemigos?

CAPITULO III


(ESTE POST CONTIENE ESCENAS DE CARACTER SEXUAL ) 

 



CAPITULO III

Girolamo se acercó a Da Vinci y cogió una de las manzanas de una fuente y se la tendió al artista y Leo cogió aire y sonrió sentándose en el filo de la mesa.

Leonardo miro los labios del conde y se descubrió pensando en que sentiría besándolos, quería hacerlo y si salía mal estaba seguro que sus tripas empezarían a formar parte del salón pontificio de Sant Angelo.

Extendió la mano para coger la manzana y el conde confiado se acercó a él con su típica sonrisa perversa.

Leonardo cogió el fruto y con la mano que tenía libre, se apoderó del antebrazo de Riario y tiro de el con fuerza, arrastrándolo contra su cuerpo.

viernes, 26 de febrero de 2016

CAPITULO II


  CAPITULO II
(CONTIENE SPOILERS DE LA TERCERA TEMPORADA)




PALACIO DE SANT ANGELO, ROMA.

El conde Riario estaba arrodillado en la capilla, murmurando una oración mientras pensaba en los enemigos de Dios que poblaban Italia.

Todos debían morir. Desde el infiel Medici hasta la puta que lo acompañaba.

El Arquitecto le había dicho que él era el ángel vengador. La espada de Dios en la Tierra y en pocos días se celebraría un cónclave para elegir al nuevo Papa.

Como capitán general de la Iglesia él era ahora el representante de Dios ante los ojos de los hombres y sabía que entre los cardenales que optaban al puesto de sumo Pontífice había muchos que no merecían su sitio en el trono de San Pedro.

Al igual que el cardenal Rodrigo, muchos de los hombres que se auto proclamaban Santos no eran más que cuerpos lujuriosos rellenos de los más despreciables vicios del ser humano.

Absorto en sus oraciones no se percató de que alguien lo llamaba y cuando sintió una mano fría en su hombro, echo mano a la daga que llevaba al cinto y se levantó con una velocidad que le habían otorgado años de duro entrenamiento.

El padre Lucio ahogó un gemido cuando sintió la fría hoja del acero en su garganta.

- Mi Señor... Tiene visita. Es un florentino que parece haber salido del Infierno. Dice ser el artista Da Vinci.

Girolamo parpadeo con lentitud y separó su daga de la garganta del abad.

-¿Da Vinci está aquí?

Preguntó con voz susurrante y baja.

CAPITULO I


CAPITULO I

Afueras de Otranto.
Año 1479

-Un barco y una biblioteca.... ¿Os he mencionado Que al final me volveréis loco?

Leonardo negó con la cabeza y espoleo a su caballo poniendo rumbo hacia Florencia.

Zoroastro y Sofía se miraron entre sí viendo partir al artista.

-¿Crees que estará bien?

Preguntó la muchacha. Su vista estaba clavada en la espalda de su hermano e internamente se maldijo por no haber podido hacer nada más por ayudar a Lucrecia.

- Con el tiempo volverá a ser quien era. Ha aprendido a morir justo cuando empezaba a vivir, pero nos tiene a ti y a mí. Con nosotros a su lado nada puede salir mal.

Zo le tendió la mano a la chica y se la apretó con cariño, inundándole ánimos.

Habían ganado la cruzada y volvían a casa y todo gracias a esa preciosa mujer de ojos verdes y al lunático de su hermano.

Leonardo cada vez estaba más lejos y Zoroastro y Sofía espolearon sus caballos para alcanzarle.
No muy lejos de allí, Nico se esforzaba para llegar a sus amigos, que poco a poco iban desapareciendo en el horizonte.

El jinete agitó con brío las riendas de su caballo y los siguió al trote, esperando alcanzarles cuando pararan a dormir la noche en alguno de los campos colindantes.

Nico había vuelto a Otranto y Laura Ceretta le había entregado un pergamino con noticias de Florencia y tenía que llegar a sus amigos antes de que ellos volvieran a la ciudad.
La vida de todos ellos dependía sobremanera de si los alcanzaba con presteza.