sábado, 27 de febrero de 2016

CAPITULO IV



CAPITULO IV
El cardenal Giovanni Battista  miró con desprecio a los dos hombres y empezó a recorrer el salón principal de arriba abajo.

La expresión de Riario se hizo dura y sus dedos apretaron más la empuñadura de su daga, pero Leonardo, que para disimular dibujaba cosas apresuradamente en su cuadernillo, le hizo señas para que se contuviera.

Ambos amantes se miraron y Leonardo optó por tomar la iniciativa, hablándole al recién llegado.

-Monseñor...Soy el maestro  Leonardo Di Sir Piero Da Vinci. Soy artista, inventor, anatomista e ingeniero bélico al servicio del Vaticano. Recién vuelvo de luchar en la cruzada y soy quien inventó la maquinaria que terminó con nuestros enemigos.

El cardenal Battista miro a Da Vinci como si fuera un molesto bicho y caminó por la sala, sometiéndolo todo al mismo escrutinio inquisidor.

-¿Así que tú eres el hereje impío que usa magia para derrotar a sus enemigos?


Battista miro con desprecio al artista y Riario apretó los dientes, intentado controlarse.

- Cardenal Battista, no creo que tenga ninguna autoridad para hablarle así a mis invitados mientras esta sea mi casa. Si nos excusa, Da Vinci y yo estamos en conversaciones sobre los nuevos uniformes de la Guardia.

Girolamo se giró a enfrentarse con el cardenal sin recordar que su casaca estaba desabrochada.

Giovanni sonrió cínicamente mirándolo.

-¿Así es como llamáis ahora a los vicios impuros de los desviados? Sabed, señor, que el hereje Da Vinci ya fue acusado con anterioridad de sodomía.
Que sería de vos si esas acusaciones se alzaran en su contra, Girolamo?

Leonardo se apresuró a trazar unas líneas en su cuaderno y se lo tendió al cardenal para que le echara un vistazo.

- Como bien ha dicho el Conde, estamos diseñando los nuevos uniformes de la Guardia y esa es la única razón por la que su excelencia se halle medio desnudo en mi presencia, ya que yo mismo soy el encargado de tomar sus medidas.

Giovanni miro el dibujo apresurado que había hecho Leonardo y alzó una ceja.

-Permitidme que os diga que es el uniforme más espantoso que he visto en toda mi vida eclesiástica, Da Vinci.
Cuando yo sea Papa no quiero tener que soportar a mi Guardia personal vestida así.

Le devolvió el cuaderno y tal y como había llegado se marchó, dejando a Riario y Leonardo con la boca abierta.

- ¿El nuevo Papa? ¡Ja! O se halla muy cerca de Dios para hacer tales afirmaciones o se ha asegurado el puesto a base de oro...

El artista se acercó a Riario y lo miro con expresión divertida.

- La verdad es que si te vistieras así, estarías ridículo, Conde.

Riario no pudo más que echarse a reír al ver el retrato que le había hecho Da Vinci.
Continua en el  capítulo IV

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