CAPITULO
IV
El cardenal Giovanni
Battista miró con desprecio a los dos
hombres y empezó a recorrer el salón principal de arriba abajo.
La expresión de Riario se
hizo dura y sus dedos apretaron más la empuñadura de su daga, pero Leonardo,
que para disimular dibujaba cosas apresuradamente en su cuadernillo, le hizo
señas para que se contuviera.
Ambos amantes se miraron
y Leonardo optó por tomar la iniciativa, hablándole al recién llegado.
-Monseñor...Soy el
maestro Leonardo Di Sir Piero Da Vinci.
Soy artista, inventor, anatomista e ingeniero bélico al servicio del Vaticano.
Recién vuelvo de luchar en la cruzada y soy quien inventó la maquinaria que
terminó con nuestros enemigos.
El cardenal Battista miro
a Da Vinci como si fuera un molesto bicho y caminó por la sala, sometiéndolo
todo al mismo escrutinio inquisidor.
-¿Así que tú eres el
hereje impío que usa magia para derrotar a sus enemigos?
Battista miro con
desprecio al artista y Riario apretó los dientes, intentado controlarse.
- Cardenal Battista, no
creo que tenga ninguna autoridad para hablarle así a mis invitados mientras
esta sea mi casa. Si nos excusa, Da Vinci y yo estamos en conversaciones sobre
los nuevos uniformes de la Guardia.
Girolamo se giró a
enfrentarse con el cardenal sin recordar que su casaca estaba desabrochada.
Giovanni sonrió
cínicamente mirándolo.
-¿Así es como llamáis
ahora a los vicios impuros de los desviados? Sabed, señor, que el hereje Da
Vinci ya fue acusado con anterioridad de sodomía.
Que sería de vos si esas
acusaciones se alzaran en su contra, Girolamo?
Leonardo se apresuró a
trazar unas líneas en su cuaderno y se lo tendió al cardenal para que le echara
un vistazo.
- Como bien ha dicho el
Conde, estamos diseñando los nuevos uniformes de la Guardia y esa es la única
razón por la que su excelencia se halle medio desnudo en mi presencia, ya que
yo mismo soy el encargado de tomar sus medidas.
Giovanni miro el dibujo
apresurado que había hecho Leonardo y alzó una ceja.
-Permitidme que os diga
que es el uniforme más espantoso que he visto en toda mi vida eclesiástica, Da
Vinci.
Cuando yo sea Papa no
quiero tener que soportar a mi Guardia personal vestida así.
Le devolvió el cuaderno y
tal y como había llegado se marchó, dejando a Riario y Leonardo con la boca
abierta.
- ¿El nuevo Papa? ¡Ja! O
se halla muy cerca de Dios para hacer tales afirmaciones o se ha asegurado el
puesto a base de oro...
El artista se acercó a
Riario y lo miro con expresión divertida.
- La verdad es que si te
vistieras así, estarías ridículo, Conde.
Riario no pudo más que
echarse a reír al ver el retrato que le había hecho Da Vinci.
Continua en el capítulo IV
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
¿podría ayudar a tomar las medidas de Riario?
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