CAPITULO V
- Acompáñame, Leonardo.
Dispondré un baño ropa y comida para ti, mientras atiendo unos asuntos.
Después del cónclave
partiremos hacia Florencia.
¿Te ha informado alguien
de que ahora la ciudad está bajo mi mando?
- ¿Bajo tu mando? ¿Cómo.
..? Lorenzo vive y la ciudad está bajo su mandato. Los Medici son los dueños y
señores de Florencia desde tiempos del Mago, Girolamo.
Leonardo se sentía
confuso ante las enigmáticas palabras del conde y su curiosidad dio rienda
suelta a su verborrea.
- ¿A quién has matado
para que el mando de la ciudad sea tuyo? Creo recordar que mi cabeza corre el
peligro de separarse de mis hombros si pongo un pie allí. ¡Y culpa tuya, que
sólo Dios sabe por qué decidiste llevarte mi ballesta y clavar a tu santo padre
a ese maldito poste!
Riario observaba con los
brazos cruzados como Leonardo hablaba y hablaba y sonriendo de medio lado, lo
miro divertido.
- Leonardo. No he matado
a nadie en Florencia. Sólo castigo a los que reniegan de la obra de Dios y
aunque Lorenzo es un déspota pomposo y ególatra, no ha hecho nada para merecer
mi furia inmediata... Al menos de momento.
Se acercó a Leonardo y
posó su mano es su rostro, obligándole a mirarlo.
-Necesito ir a Florencia
para asegurarme de que los conventos reparten la ayuda a las familias
necesitadas.
Juré velar por todas las
almas Pías de la ciudad y no pienso consentir que nadie se muera de hambre
mientras Lorenzo siga al mando. Ahora vayamos a por ese baño y te prestaste
algo de ropa limpia.
Leonardo asintió y siguió
al conde por los pasillos de Sant Angelo hasta que llegaron a una habitación
cerrada con llave.
Riario busco la llave
entre sus ropas y el artista se sorprendió al ver que era una de las que se
habían necesitado para acceder a la Cúpula Celeste.
- ¿Las recupérate? ¿Cómo?
Leonardo no daba crédito
cuando el romano le tendió la otra llave y parpadeo lentamente.
- Vi oportuno blindar
esta habitación con algo que sólo los dos pudiéramos utilizar.
Mandé construir un mecanismo
para poder usarlas y una de ellas te pertenece, al igual que lo que hay dentro.
Es un regalo para ti,
artista. Ya sabes lo que tienes que hacer.
Cada uno metió su llave
en la cerradura y la puerta se abrió.
Leonardo contuvo el
aliento al contemplar una réplica casi exacta de su taller.
- Tranquilo Leo, esta no
es la sorpresa. Acompáñame y cierra la puerta tras nosotros.
El florentino obedeció y
cuando se adentraron en la amplia sala contuvo el aliento al ver un libro
encuadernado en piel verde.
Fascinado se acercó,
seguido de Riario y contuvo un jadeo al comprender de qué se trataba.
- Lo encontraste...
maldito bastardo...
Leonardo se giró sobre sí
mismo y antes de que ninguno de los dos se diera cuenta, estaban besándose de
nuevo.
Riario se separó lo justo
para mirar a su amante y sujetando su cara entre sus manos, le hablo con voz
susurrante.
-Te jure que iba a
encontrarlo para ti, Da Vinci, y aquí lo tenemos
El poder de los nefelines
es nuestro ahora. Tenemos el libro de las hojas y ambos podemos leerlo.
Da Vinci no podía dar
crédito.
Después de tanto tiempo
tenía el libro de las hojas y sus ojos se llenaron de lágrimas.
Se separó del conde y se
acercó al libro, casi con miedo a tocarlo.
-¿Donde...?
Riario se colocó a su
espalda y miro por encima de su hombro.
-Carlo... Se lo arrebató
a tu madre cuando la entregó a los turcos.
El quería hacerla una con
el Laberinto pero no pudo convertirla a la causa y la entregó.
Te juré que algún día
sería el libro de las hojas sería nuestro, y he cumplido con mi cometido,
Leonardo.
Ahora se que no fue
casualidad que fuéramos los elegidos para entrar en la bóveda.
Nuestros caminos estaban
destinados a encontrarse.
Leonardo acarició las
tapas del libro casi con miedo y se froto los labios con nerviosismo.
Tendió la mano para
abrirlo y la retiró de inmediato como si quemara y cuando habló, su voz apenas
era un jadeo contenido.
-He visto lo que una sola
página puede hacer... Tanto poder al alcance de nuestras manos... Tanta
destrucción...
¿Te das cuenta de que con
esto en nuestras manos poseemos el conocimiento con el que tantos hombres han
soñado?
Riario asintió y posó una
de sus manos sobre la del artista y cuando habló, con voz ronca y rota, lo hizo
al oído de Da Vinci.
- Yo soy la espada de
Dios pero el único poder que necesito es tenerte a mi lado, Leonardo.
El pecho del genio se
hincho con orgullo y cerró los ojos, abrumado por lo que sentía.
- Girolamo ... Yo...
Maldita sea... No tengo palabras.
Leo trago saliva y guio la
mano de su némesis hasta su pecho, posándola encima de su corazón.
- Maldito seas, Riario. Y
maldito sea yo también por desearte más que a nadie.
Si hay un infierno,
quiero que seas tú quien me lleve.
-Así sea, Da Vinci, pero lo primero es lo
primero. Debes asearte, comer y descansar. Estas exhausto y así no me sirves
para ninguno de mis propósitos.
El conde mordió con
suavidad el cuello del artista y se separó de él, andando hacia las escaleras
que llevaban al piso superior.
Leonardo lo siguió y se
sorprendió al ver sus cosas en aquella estancia.
- Aquí están todas tus
pertenencias. La jofaina tiene agua limpia y aunque traje también algunas de
tus prendas, supongo que te sentirás más cómodo con algo limpio.
Señaló ropajes de color
oscuro dispuestos sobre la cama y sonrió lacónicamente.
- Estaré en el salón del
trono recibiendo a los candidatos al trono de San Pedro, espero que te reunas
allí conmigo cuando estés listo.
Riario le guiño un ojo y
tras observar como Leo empezaba a desnudarse, se obligó a salir.
Continua en el capitulo VI
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
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http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
En otras palabras, Leonardo olia mal xq Riario le menciono varias veces q se bañara!!!
ResponderEliminarEn otras palabras, Leonardo olia mal xq Riario le menciono varias veces q se bañara!!!
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