ATENCION: ESTE POST CONTIENE ESCENAS DE CARACTER VIOLENTO.
CAPITULO IX
Lucio venía acompañado
por dos guardias y el conde los miro a todos, intentando que su expresión fuera
lo más neutra posible.
- Mi señor... Tiene que
acompañarnos.
Lucio lo miraba con ojos
compungidos y Riario pudo notar que le temblaban las manos.
- En el nombre de Cristo,
Lucio... ¿Qué ocurre para que estés tan afligido?
Lucio trago saliva y negó
con la cabeza.
- Mi señor... Debe venir
a comprobarlo usted mismo. Yo no...
Los guardias permanecían
impasibles, apoyados en sus lanzas y el conde hizo un gesto afirmativo.
- Déjenme vestirme y
enseguida les acompañó.
Iba a cerrar la puerta,
pero los guardias se lo impidieron y Riario, con un movimiento rápido, lo
inmovilizo contra la pared.
- No se atreva a tocarme
nunca más.
Gruño Girolamo mirándolo
con furia.
- Mi señor. Sólo
acompañarnos, por favor.
Susurro el guardia
asustado.
-He dicho que necesito unos minutos.
Susurro el conde con voz ronca y autoritaria.
Riario soltó al guardia y
entro en la habitacion cerrando la puerta tras de sí, y se apresuró a asearse
un poco, intentando borrar los rastros que Leonardo había dejado en su cuerpo.
Una vez listo, accedió a ir con Lucio y los guardias.
Pudo ver entre la
multitud que se agolpaba fuera del salón papal a Sofía, Nico y Zoroastro en un
rincón, mirándolo con miedo y cuando sus ojos buscaron la causa, un jadeo se
escapó de sus labios.
El Arquitecto estaba
atado desnudo a una de las columnas principales y decenas de flechas estaban
clavadas en su cuerpo, a la manera de San Sebastián.
Las contusiones de su
cuerpo revelaban que también había sufrido una brutal paliza y Girolamo se
tambaleo, sintiendo un nudo en el estómago.
Aunque los asesinatos
representados como cuadros de santos eran el modus operandi del Pecador, estaba
casi seguro de que él no había asesinado al abad.
La muerte parecía
reciente y no hacia ni un cuarto de hora que estaba compartiendo lecho con
Leonardo.
Se acercó despacio y
extendió una mano, como queriendo asegurarse por el tacto que aquella visión no
era producto de su mente.
¿Quién había matado al
arquitecto y había intentado inculparle?
Todos sabían que había
sido juzgado por Lorenzo en Florencia por el asesinato de Clarisa Orsini y que
ahora ocurriera esto en su propia casa, dejaba claro que tenía un enemigo que
quería quitarlo de en medio y ese enemigo
había aprovechado el vínculo del conde con el Arquitecto del Laberinto.
Casi todos los que
conocía su implicación en la orden, estaban muertos y se preguntó por qué ocurría
esto ahora.
Una voz le saco de su
ensimismamiento y parpadeo lentamente a la vez que se giraba.
El cardenal Giovanni lo
miraba con una mueca de desprecio y cuando habló, las palabras hicieron que
tuviera miedo por primera vez en mucho tiempo.
- Parece ser que el
monstruo de Italia ha atacado de nuevo y no me equivoco si me presto a decir
que el asesino se encuentra entre nosotros. Por lo que puedo deducir, el único
que no se encuentra en esta sala ni en sus aposentos es el maestro Da Vinci.
Riario apretó los puños, aguantándose
las ganas de golpear al cardenal Giovanni hasta matarlo, pero cuando iba a
replicar, Da Vinci apareció a medio vestir y completamente despeinado.
- Perdón... Tengo el
sueño pesado. Lo malo de las guerras es que... ¡Por el amor de Dios! Que... ¿Qué
ha pasado?
Leonardo se acercó al
cardenal Giovanni y al conde y miro escéptico el cadáver expuesto a la manera
de San Sebastián.
Se froto la barba y la
boca y sus dedos empezaron a moverse frenéticamente, en su ya característico
tic.
- El monstruo de Italia
ha atacado de nuevo.
Dijo el cardenal con
evidente regocijo.
Leonardo observó el
cadáver y tras mirarlo detenidamente desde todos los ángulos negó con la
cabeza.
-Esto no es obra del
Monstruo. Puedo decir con total seguridad que aunque el asesino ha intentado
copiar el modus operandi de Gi.... del artista, esta obra carece de algunos de
sus rasgos característicos.
El Monstruo mata deprisa, sin infringir sufrimiento, pero me aventuraría a decir que este hombre ha sufrido tortura antes de ser asesinado. Además, todas esas heridas se produjeron mientras seguía con vida, dado el volumen de sangre, sin embargo, si quieren que descubra algo más, tendrán que llevarlo abuna sala donde pueda examinar el cuerpo con más detenimiento.
El Monstruo mata deprisa, sin infringir sufrimiento, pero me aventuraría a decir que este hombre ha sufrido tortura antes de ser asesinado. Además, todas esas heridas se produjeron mientras seguía con vida, dado el volumen de sangre, sin embargo, si quieren que descubra algo más, tendrán que llevarlo abuna sala donde pueda examinar el cuerpo con más detenimiento.
El cardenal apretó los
labios con rabia, pero asintió a los guardias para que bajarán en cadáver.
- Da Vinci es ducho en
estos temas. Hace unos meses examinó los cadáveres de las tres víctimas del
Monstruo. Podéis llevarlo abajo. Hay una sala dispuesta para cuerpos en el
pasillo que lleva al Palacio papal.
Ordeno el conde a los
guardias con tono autoritario. Los guardias descolgaron el cuerpo y Riario se
colocó bien la bata y miro a todos los que estaban congregados en el salón.
Zo lo miraba con el ceño
fruncido y una mueca de desagrado y era más que evidente de que tenía ciertas
dudas sobre su implicación en el crimen.
Por el contrario Sofía y
Nico se acercaron a Da Vinci, y tras unas palabras que Riario no pudo oír,
ambos se retiraron a sus aposentos, llevándose a Zoroastro con ellos.
Los guardias bajaron el
cuerpo del arquitecto y con las instrucciones de Lucio lo llevaron a los
túneles.
En la sala sólo quedaron
el cardenal Giovanni, Leonardo y Riario.
Una vez solos Riario se
enfrentó al cardenal.
- Eminencia... No sé qué
pretende intentando inculparme a mi o al maestro Da Vinci en tan horrible
crimen. Ya fui juzgado por las atrocidades que cometí y le puedo asegurar señor
que Leonardo no tuvo nada que ver con ello.
Giovanni sonrió mirándolos
a ambos y le restó importancia con un gesto de la mano.
- Lo sé, Girolamo... Lo sé,
pero si hay un asesino entre nosotros es de ley que se haga justicia...
Asesinatos, herejía, sodomía... Demasiados pecados que conciernen a dos hombres
de cierto renombre...Y a una señorita, claro. Sofía Da Vinci, que al igual que
el maestro Leonardo fue concebida por una bruja....
Da Vinci se lanzó a por él,
y Riario apenas pudo contenerme.
Leonardo miro con rabia
al cardenal, respirando airadamente entre los brazos del conde.
Batista parpadeo con
regocijo y se dio la vuelta para marcharse.
-Sepan, señores, que
mañana cuando yo sea ungido Papa en el cónclave, una de mis primeras medidas
para devolver a las almas descarriadas a la Iglesia será la instauración de
inquisidores, que seguirán al pie de la letra los dictados del Malleus
Malleficarum.
Con evidente regocijo se
fue, entre las maldiciones e improperios que salían de la boca de Leonardo.
Cuando las puertas del
salón se cerraron, Riario giro a Da Vinci entre sus brazos y lo obligó a
mirarle.
- Leonardo.... Juntos le
venceremos pero ahora te necesito centrado. Por favor.... Eres el único que
puede mantener bajo control al pecador y al Minotauro si vuelven.
Acaricio el pómulo de Da
Vinci con el dorso de sus dedos y cogiendo su barbilla, lo besó suavemente en
los labios.
Leonardo intento separase
y Riario lo mantuvo fuertemente sujeto, murmurándole palabras para que no
perdiera el control.
- Si lo matamos ahora,
todos lo sabrán... Por favor... Serénate y ven conmigo. Juntos encontraremos
una solución a este embrollo.
Leonardo suspiró con
resignación, temblando de pura rabia entre los brazos de Girolamo.
Que lo desprestigiaran a él,
le daba igual pero si amenazaban a su hermana, mejor que el desdichado que lo
hiciera pusiera en paz su alma a Dios, porque pensaba matar a quien osara
hacerle daño.
- Temo por Sofía,
Girolamo. Es sólo una niña...
- Lo sé, y no voy a dejar
que nadie le haga daño... Ahora ven conmigo y al alba intentaremos enmendar
todo este embrollo.
Da Vinci lo miro
sorprendido y frunció el ceño al ver que el Conde tiraba de el hacia sus
aposentos.
- Pueden vernos....
Girolamo.. No es buena idea que te acompañe sin comprometerte.
Riario se encogió de
hombros y sonrió.
- Ya estoy comprometido, Leonardo.
El cardenal Battista sabe lo nuestro y Por lo menos si caigo, que realmente sea
por un crimen que si he cometido.
continua en el capitulo X
"Por lo menos si caigo que sea realmente por un crimen que si he cometido" estoy 100% de acuerdo con Riario
ResponderEliminarOficialmente odio al puto Cardenal Giovanni. Dios! Y lo que me queda...
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