sábado, 19 de marzo de 2016

CAPITULO XVII




CAPITULO XVII

Leonardo se despertó un poco antes del anochecer y sonrió mirando a Girolamo, que dormía plácidamente enroscado a su lado.


Tras besar su hombro desnudo, giro en la cama para levantarse y al hacerlo una exclamación ahogada salió de sus labios.

Sentía todo el cuerpo dolorido y apretando los dientes, se dispuso a levantarse. Creía tener extracto de árnica en alguna parte, y con mucho cuidado se levantó de la cama intentando no despertar a Riario.

Todo iba a la perfección hasta que al ponerse en pie, un dolor relampagueante atravesó sus caderas y cayo despatarrado al suelo, con gran estropicio.

Girolamo abrió los ojos, y con expresión fiera, salto de la cama, dispuesto a enfrentarse a lo que fuera.

Una risa ahogada le llego desde abajo y miro confuso como Leonardo yacía en el suelo, completamente desnudo y doblado en dos, debido a un ataque de risa.


-¿Por qué estás en el suelo?


Pregunto extrañado y extendió la mano para servirle de apoyo a Da Vinci, que no podía controlar su ataque de risa, y seguía retorciéndose en el frio suelo de piedra.


Leonardo cogió su mano y aunque sentía un dolor punzante en la parte baja de su espalda y en las caderas, seguía sin poder parar de reírse a carcajada limpia.


- Digamos que cierto conde es demasiado apasionado cuando sufre un ataque de celos.


Leo consiguió ponerse en pie, y se sentó de nuevo al borde de la cama, frotándose las lágrimas que le caían por el rostro.


- No sé si disculparme o no, porque parece que te lo estás pasando en grande.


Leo se secó las lágrimas producidas por las carcajadas y cuando se controló por completo, se levantó de la cama.

Cuando se dirigía hacia la mesa, sorteando el montón de cosas que habían tirado durante su pequeña pelea, un sobre deslizado por debajo de la puerta llamo su atención y le pidió a Girolamo que se lo diera, ya que él seguía dolorido y no podía doblarse para recogerlo.

Riario se lo entrego, mirándolo con curiosidad y Leonardo rompió el sello y empezó a leer.


“Maestro, el conclave empezó ayer. Todavía no hay elección papal, pero Sant Ángelo ha sido cerrado a cal y canto, para que ninguno de los cardenales del consejo pueda mantener contacto con el exterior durante la elección,
Zoroastro y yo hemos decidido que es mejor que saquemos a Sofía de aquí y nos vayamos a Florencia.
Me he permitido la libertad de hacer tres copias del documento que me entregaste después de la autopsia y uno de ellos está en manos de mi padre, el otro lo tengo yo y el tercero se lo he mandado a Vanessa.
.
P.d: Las llaves de esta cámara están escondidas detrás de un hueco al lado de la puerta, es fácil de reconocer por que la piedra esta suelta.
Ten mucho cuidado e intentad escapar por los túneles lo antes posible.

Firmado Nicolás Maquiavelo"

Leonardo releyó la carta tres veces y miro a Riario con estupor.


-Estamos encerrados y la única salida es por los túneles. ¿Tú sabias esto?

Riario asintió cogiendo las manos de Da Vinci entre las suyas.

- No te preocupes. Como en todo el castillo, esta habitación también tiene un pasadizo secreto por el cual podemos salir. Acompáñame.


El conde tiro de las manos del artista y lo guio hacia una de las estanterías del fondo. Empujó uno de los salientes y como por arte de magia, un pasadizo se abrió ante ellos.

Leo contuvo una exclamación. Estaba maravillado por la forma en que había sido construido el castillo y alabó el ingenio de los arquitectos.
Una hora después, ambos amantes recorrían por los pasillos de la fortaleza.

Leonardo no terminaba de entender por qué cada una de las ventanas y puertas estaba custodiada por un guardia, y Riario le explico que era para proteger a los cardenales de los disturbios que estallaban en las calles en los días previos de la elección papal.

Cuando llegaron a las habitaciones del conde, los criados habían dejado preparada una gran bandeja con frutas, queso, vino y miel y ambos hombres comieron en abundancia.
Lucio no se sorprendió al ver que su señor no había partido hacia Milán o Nápoles y Leonardo supuso que era frecuente que Girolamo desapareciera durante horas e incluso días.


El día trascurrió deprisa. Leonardo y Girolamo recorrieron el castillo de arriba abajo, jugaron al ajedrez, y hasta se atrevieron a escaparse por los túneles durante dos horas, para poder observar el fervor de las gentes que reinaba en la plaza de San Pedro y cuando volvieron, Riario se sorprendió al encontrar un mensaje para el encima del escritorio de su habitación.



"Esta noche a las 12 te espero en el apartamento papal, en la cuarta planta. Ven solo."

La misiva estaba firmada con el símbolo del infinito y Riario sabía perfectamente que ese era el sello personal del Cardenal Batista.

El conde se tensó al leerlo y Leonardo, preocupado, cogió la nota de sus manos.

- ¿Sabes quién lo envía?

Riario negó con la cabeza, sintiendo como la sangre se congelaba en sus venas.

-No vayas... Marchémonos ahora mismo, Giro...Sin mirar atrás. Vayámonos a Imola y construyamos tu fortaleza, pero alejémonos de aquí...Tengo un mal presentimiento.

Susurro Leonardo agarrándolo de los antebrazos. No sabía por qué, pero una extraña sensación de desazón carcomía sus entrañas y miro con suplica a su amante.

Riario sonrió, haciendo una bola con la nota, la arrojo al fuego y acercándose a Leonardo, cogió su rostro entre sus manos y fijo sus ojos en los suyos.

-No te preocupes, caro. No me va a ocurrir nada. Varios guardias vendrán conmigo, y esperaran fuera, Además, recuerda que soy un hombre que ha aprendido a sobrevivir cuando la gracia falta. Sea quien sea  me necesita vivo.

Inclinándose sobre él, lo beso despacio, sabiendo que rara vez Da Vinci se equivocaba en sus corazonadas.

Habían sido tocados durante unas maravillosas horas por la diosa Fortuna, pero ahora, nubes de malos augurios se cernían sobre ellos. Girolamo lo sabía y rezo por que la felicidad era siempre el preámbulo hacia un nefasto final.

CONTINUA EN EL CAPITULO XVIII

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