sábado, 9 de abril de 2016

CAPITULO XXV





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CAPITULO XXV


Leonardo se dejó guiar y se sorprendió al ver cómo tras asegurarse de que nadie los seguía , Girolamo tiro de una de las antorchas que estaban ancladas en la pared de piedra, y un oscuro pasadizo, húmedo y frio se abrió ante ellos.

Leonardo no podía creer que jamás se hubiera dado cuenta de que durante meses y meses se hubiera ocultado junto a un pasadizo para poder escuchar a su amante durante las noches.

Ocultos entre las sombras tomaron un camino que Da Vinci no había visitado nunca, moviéndose hasta que llegaron a la parte más alta de la fortaleza.


Estaban justo encima de los apartamentos papales y Riario siguió tirando de él hacia una habitación que quedaba oculta detrás de una de las paredes de piedra.

Leonardo se maravilló al observar como su estructura quedaba disimulada entre los bloques de piedra de la terraza y aunque la estancia era fría y húmeda, tenía una cama sencilla, una jofaina, un escritorio y varios libros dispuestos en una estantería anclada a la pared con cadenas.

Riario dejó la antorcha en uno de los soportes de la pared y apretando un resorte, pronto quedaron encerrados en la fría habitación.

- Bienvenido a mi humilde morada, artista.

Susurro quitándose la camisa con urgencia y dejándola caer al suelo, ando hacia Leonardo como si fuera un gran depredador y el artista fuera su presa.


Da Vinci contuvo el aliento, y lo miro como si lo viera por primera vez. Riario parecía un animal oscuro y peligroso.

-¿Esto es real? ¿De verdad eres tu real también?


Pregunto una vez más y el conde asintió, mirándolo con los ojos oscurecidos por el deseo.



-Soy real, Leonardo. Este ha sido mi hogar durante medio año y ahora estoy  aquí contigo y lo único que deseo es tenerte a mi lado. Estos 6 meses sin ti, han sido una tortura, pero no podía ponerte en peligro, Leonardo.  Battista quiere matarte, y no puedo consentirlo, amor mío.... Porque si tú me faltas, también me falta la vida.

Riario se acercó a el e inclinándose hacia adelante tomo el rostro del artista entre sus manos y lo beso. Un beso ardiente y hambriento que Leonardo recibió casi con desesperación, abrazándose a la cintura de su amante y arqueándose contra él.

Girolamo se separó lo suficiente para coger aliento y acaricio con su nariz el mentón de su amante a la vez que sus manos tiraban con urgencia de su camisa, bajándola por los hombros, pero estaba tan destrozada, que sin querer se desgarro entre sus manos.


-Necesitas ropa nueva, Leonardo, pero por ahora seré feliz si consigo quitarte esta de encima.


Leonardo rio, besando toda la piel que tenía a su alcance y dio un respingo hacia atrás cuando noto como algo frio le rozaba el pecho.

Se separó lo suficiente para que la luz de la antorcha le revelara dos nuevos pendientes perforando las tetillas de su amante.

-Oh... Joder... ¿Cuando...?

Gimió mordiéndose los labios y acariciando con las puntas de sus dedos los dos aros de plata que decoraban los pectorales de Girolamo.

El conde se arqueó y posando sus manos en las delgadas caderas del maestro, lo atrajo de nuevo hacia él.

-Cuando te echaba tanto de menos que el dolor era lo único que podía apaciguar mis ansias de poseerte, Leonardo....


Da Vinci bajo sus besos por la garganta de Girolamo, y cuando sus labios tocaron uno de los fríos aros de plata, sintió como su amante se estremecía entre sus brazos.


Riario hundió sus dedos entre el pelo largo de Leonardo, aparentándolo mas contra él, ávido de sus caricias y echo la cabeza hacia atrás, mordiéndose los labios con fuerza al sentir que el artista tiraba de los aros con sus dientes.

-Necesito estar dentro de ti, artista, porque si no lo hago me volveré loco...


Leonardo negó contra su pecho, separándose de su torso con una última succión y cayó sobre sus rodillas, mirando al conde desde el suelo.

-Todavía no... Primero quiero empaparme de ti y saciar la gula que siento de tu cuerpo, Girolamo.

Leo lo atrajo hacia él, tirando de sus caderas y sin dejar de mirarlo, bajo sus pantalones muy despacio, hasta llegar a sus rodillas, donde paro para  quitar una bota primero y luego la otra y volviendo a los pantalones los deslizo hasta lograr alejarlos del cuerpo perfecto de Girolamo y tras alzar sus ojos verdes y mirarlo  lo acogió en su boca, haciendo rodar su lengua sobre el aro que decoraba su miembro.

Riario no podía respirar...Con cada succión y con cada caricia de la lengua de su artista, se sentía morir, para luego volver a la vida con un jadeo ahogado.

Las manos del maestro estaban en todas partes, acariciándolo y marcando su piel con sus dedos y uñas y Girolamo se abandonó al placer de sentir las húmedas caricias de Leo.

Se suponía que él iba a ser el depredador, el que iba a devorar cada rincón de la piel de su artista y en esos momentos se sentía como el cazador cazado.

-Leonardo.... Oh, señor... Por favor.... Por favor, artista.... Por favor.... Necesito tenerte ahora...

Da Vinci sonrió y tras dar un último lametón, acaricio con sus manos los muslos de Girolamo y se puso de pie, posando sus manos en las caderas del conde y lo atrajo hacia él, para poder besarle.

Iba tan despacio que Girolamo creía que se iba a volver loco si esperaba más y con prisa, desabrocho las cintas del pantalón de su amante, liberando su miembro y jadeo al sentirlo duro de nuevo  entre sus dedos.

- ¿y esto es a lo que te referías cuando me has dicho que te había convertido en un eunuco?

Leonardo lo miro con una sonrisa y los ojos lánguida, asintiendo.

- Sólo quiere responder hacia su verdadero dueño y ese eres tú, mi Girolamo....

Mordiéndose los labios guio a Girolamo hasta la cama y lo empujó sobre el colchón.

El conde apoyó la espalda contra la fría pared de piedra y tiró de las manos de su amante, instándolo a que se sentará a horcajadas sobre sus muslos.

Da Vinci se movía casi como si estuviera en trance y se subió a la cama, pasando cada una de sus piernas sobre las del conde.

- ¿De verdad eres real?

Volvió a preguntar posando sus manos en los costados de su amante y se arqueo hacia él, sintiendo como el miembro caliente y duro del otro hombre acariciaba el suyo.

- Si lo soy, artista...  y aquí contigo.

Riario sonrió acercándose para besarle y los ojos de Leo parpadearon pesadamente.


-Entonces no quiero que te vayas nunca... Porque si tú me faltas, me falta el aliento, vita mía... Ahora sé que estoy en casa.... por fin estoy en casa...


Susurro el genio acogiendo ambas erecciones en su mano. Despacio empezó a mover su mano, sintiendo como el conde besaba y mordisqueaba su garganta y él se meció contra él, casi como si fuera una ligera corriente la que empujaba su cuerpo, pero el vino y la droga hacían mella en su organismo y ahora que de nuevo estaba todo bien, sentía como se iba sumiendo en la paz que le proporcionaba tener a Girolamo entre sus brazos.

Riario se dio cuenta de que Da Vinci dejaba de moverse, y que se quedaba lánguido entre sus brazos y confuso, aparto el pelo largo que le caía sobre el rostro y pudo ver como el genio había caído, vencido por el cansancio y los excesos.

Riario suspiro resignado y tiro de él, besando despacio sus labios y posando sus manos en sus caderas, lo insto a que se tumbara en la cama y tras envolverlo en sus brazos, los tapó a ambos con una manta.

Hacía frío y Da Vinci se acurruco contra su pecho, rodeándolo con un brazo y una pierna y Girolamo se inclinó para acariciar sus labios contra los suyos, apartándole el pelo de la cara.


- Duerme ahora, mi artista...Yo velare por ti para que nada malo te pase...


El cuerpo que acunaba entre sus brazos era poco más que piel y huesos y el conde sintió como se le rompía el corazón.

Había estado ciego al no darse cuenta de que Leonardo se iba consumiendo lentamente delante de sus ojos y en ese preciso instante, al sentirlo dormido y relajado entre sus brazos, se hizo la promesa de que no dejaría que nadie volviera a separarlos jamás. No dejaría que nadie le hiciera daño a su artista.

Poco después, Riario se dio cuenta de que se había quedado medio dormido y abrió los ojos al sentir con Leonardo gemía entre sueños.

El ceño del artista estaba crispado y temblaba entre sus brazos, y con gran disgusto se dio cuenta de lo mal que lo había estado pasando Leonardo.

-Tranquilo, Leo...tranquilo, caro...Estoy contigo, mi bello... shhhhhhhhhhhhh....


El conde apretó mas su abrazo entre el delgado cuerpo seminconsciente de Leonardo y le beso en la frente, intentando calmar los temblores que lo sacudían.


“Mira lo que le has hecho... Esta prácticamente consumido.... Casi se muere y tú no te habrías dado cuenta, porque eres tan jodidamente cobarde que ni te atrevías a mirarlo. Eres un mierda, gusano.... Tendrías que haberlo protegido y casi lo matas tú mismo"


Riario contuvo el aliento, oyendo perfectamente la voz del pecador dentro de su cabeza y miro a Leonardo, que seguía temblando entre sus brazos y el terror más absoluto se apoderó de él.

El Minotauro tenía razón... También Sandro. Había estado a punto de matar a Da Vinci y había estado tan ciego que no se habría dado cuenta si Botticelli no se lo hubiera dicho.


"¿Estas orgulloso, gusano? Miles de veces soñaste con destruirle cuando te sentías rechazado y ahora que por una puta vez tenías algo de lo que sentirte orgulloso, casi lo pierdes... Eres un ser débil, patético y arrogante."


-Yo le quiero...

Gimió Girolamo, sosteniendo a Leo entre sus brazos y sus ojos se llenaron de lágrimas al comprobar el lamentable estado de su amante.





"¿Enserio? Permíteme que lo dude... Míralo... mira lo que le has hecho. Estoy reconsiderando hacerme cargo de el... Tú no eres más que una escoria patética que sólo reacciona a los celos.
¿Te habrías dado cuenta de cómo estaba si ese Botticelli no te lo hubiera dicho? "

El Minotauro rio por lo bajo y Girolamo gimió frotándose los ojos.

- Cállate. Lo vas a despertar  y necesita descansar y reponerse.

“Y vas a ser tú el que lo cuide... si ya... No quiero ni pensar en cómo coño vas a cuidarlo si a veces no puedes cuidar ni de ti mismo.
Tendrías que haber matado a Battista en cuanto te sugirió que te casaras, pero preferiste huir y hacer lo que te decían antes que enfrentarte a un juicio por el hombre que amas.
Yo lo hubiera hecho... Nunca habría dejado que ese puto cardenal con dones de grandeza se interpusiera en mi camino. Mira a lo que nos ha llevado tu cobardía... No has provocado más que sufrimiento.... "

Girolamo cerró los ojos con fuerza y negó con la cabeza.

- Me equivoqué. Pensé que sería lo mejor para Leonardo...

"Ese es el error, gusano... Pensar en el bienestar de los demás. No pensaste que el mayor peligro para Leonardo fueras tú mismo. Cuida de él o seré yo quien lo haga."

Girolamo espero,  ladeando la cabeza, pero el Pecador había vuelto a su silencio y tras acurrucar la espalda de Leonardo contra su pecho, cerró los ojos, intuyendo que si el Minotauro volvía iba a ser una noche muy larga.
Había dejado de tomar su remedio cuando las voces habían callado, pero ahora que tenía a su artista con él, parecía venir de la mano de su peor enemigo. El ser que habitaba en su mente, pero Girolamo se obligó a dormir, sosteniendo a Leonardo entre sus brazos y esperando que el día llegará para poder tomar su medicina y mantener a raya al Minotauro.
No lo quería cerca de nadie, y mucho menos de Leonardo.

 CONTINUA EN EL CAPITULO XXVI

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