sábado, 16 de abril de 2016

CAPITULO XXVIII



Advertencia: este post puede contener situaciones de violencia, insinuaciones sexuales y palabras inadecuadas.
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CAPITULO XXVIII
Dos días más tarde, Leonardo casi levitaba debido a la felicidad de hallarse libre de las garras de Incencio y del Vaticano y lanzo un grito de entusiasmo al ver el prado sembrado de heno que se alzaba ante ellos.


A su lado, a lomos de un bello ejemplar de corcel español, Riario lanzo una carcajada.

El viento despeinaba su pelo, apartando el  flequillo de sus ojos  y su oscuro y habitual uniforme negro había sido sustituido por una camisa blanca abierta, un pantalón de cuero negro, unas botas de caña alta y una casaca de ante y cuero sin curtir.

Se sentía extraño, pero  la vez libre y con una sensación en el estómago que solo había experimentado cuando estaban en el nuevo mundo, lejos de Sixto y de sus abusos.


-¡¡¡Vamos... Vamos!!! ¡¡¡¡ Oh, sí!!! Estamos en casa, Girolamo... En casa...



Leonardo grito de pura felicidad y espoleando a su caballo se dirigió al trote hacia la ciudad que se erguía ante ellos.



Dos horas más tarde, ambos paseaban por el mercado, casi sin poder contener la alegría de sentirse libres por primera vez en mucho tiempo.


Florencia seguía siendo el hervidero de gentes y culturas que Leonardo recordaba y se maravilló al ver a los pájaros en sus jaulas, y tirando de la mano de Riario, se dirigió hacia ellos.



-¿Vas a volver a jugármela, maestro?



Saludo el tendero aceptando los dos florines que Leonardo le tendió.


-¿Acaso lo dudabas? Cuando yo te diga, abre las puertas.


El tendero y su ayudante esperaron la señal de Da Vinci y cuando cuaderno y lápiz en mano, asintió, dándoles orden de que abrieran las puertas, ellos lo hicieron y todas las aves salieron en bandada, y Leonardo empezó a dibujar, pasándose el lápiz de una mano a otra y capturando los movimientos de los pájaros con unos simples gestos de sus dedos.

Riario contuvo el aliento, observándolo maravillado, y se sorprendió cuando Leonardo guardo en cuaderno y se lanzó a sus brazos, devorando su boca con sus besos.


Al principio, el conde no pudo evitar tensarse, pero cuando comprendió que nadie les prestaba atención, abrazo a Da Vinci  contra su cuerpo, riendo contra su boca.

Jadeando contra su aliento, la lengua de Leonardo acaricio los labios de Girolamo en una húmeda caricia y cuando la del conde salió al encuentro de la de Leonardo, los labios del artista la chuparon con sensualidad, arrancándole un gemido ahogado.

Casi con descaro, las caderas de Leonardo se mecieron contra la pelvis de Girolamo, haciéndole desear más que un simple beso y el conde  se obligaron a separarse, jadeando con la respiración exaltada.



- Me encanta Florencia...


Logro articular todavía abrazado a su amante.



Leonardo acuno la cara de Girolamo entre sus manos, mirándolo con intensidad hasta que una conocida voz sonó justo detrás de él y sus ojos se abrieron con sorpresa,


-¿Leo?

Da Vinci se dio la vuelta con una expresión de alegría al oír la voz de Zoroastro después de siete meses sin verlo,  pero su semblante mudo en cuestión de milésimas de segundo al ver a su mejor amigo de la mano de una embarazadísima Sofía.


-¡¡¡ Hijo de puta!! ¡¡¡Te dije que la cuidaras, no que la preñaras, maldito bastardo malnacido!!!



Riario no quiso o no pudo contener a Leonardo a tiempo y simplemente cogió una manzana de uno de los puestos, le dio una moneda al mercader y empezó a comérsela mientras  observaba como  el artista saltaba encima de su amigo, le pegaba un puñetazo y lo hacía caer hacia atrás.

Da Vinci se  sentó a horcajadas encima de Zo y empezó a pegarle, mientras el mestizo se intentaba cubrir la cara de los golpes que su amigo le propinaba.


En nada y menos se armó un pandemónium y para disgusto de Sofía, Leo seguía aporreando a Zo, mientras una multitud se congregaba a su alrededor, y los animaba a seguir peleando.


-¡¡¡ JODER!!! ¡¡¡Ay, para, coño, que me estás haciendo daño!!! ¡¡¡Leonardo!!!!


Protesto Zoroastro desde el suelo. Entre el hueco del brazo miro a Riario y maldijo.


-¡¡¡Y tu podrías hacer algo para controlar a tu bestia, maldito bujarron!!!


Girolamo sonrió con maldad y negó con la cabeza, mientras los seguía mirando de brazos cruzados sin mover un solo musculo.

Sofía tiraba de la camisa de su hermano, intentando quitarlo de encima de Zo, pero Leo gritaba y maldecía, pegándole a su amigo, hasta que cogió al mestizo de un brazo y le pego un mordisco y Sofía, harta lo agarro del pelo, estirando hacia arriba.


-¡¡¡Ya basta Leonardo!!! ¡¡Nos hemos casado!!! ¡¡¡Zoroastro es mi marido!!!


Leo, que seguía mordiendo a su compañero en el brazo, lo soltó con un aullido de dolor y se levantó del suelo, arrastrado por su hermana.


-¿Comooooooooooooooo? ¿Qué es tu qué? ¡¡¡Yo lo matooooooo!!!



Leonardo se lanzó de nuevo a por Zoroastro y Riario giro los ojos en blanco, y decidió que había tenido bastante, y dedicándole una sonrisa sardónica al mestizo que sangraba en el suelo, inmovilizó a Da Vinci cogiendo sus brazos desde atrás, antes de que alguien avisara a la guardia.

No sabía muy bien si lo hacía para ver la expresión de incredulidad del mestizo o porque lo excitaba ver a Leonardo revolviéndose como una anguila, pero pego su espalda al pecho de su amante y con voz ronca susurro en su oído.


-Ya basta Leonardo...Puedes seguir pegándole a tu perro o puedes venir y liberar esa rabia conmigo del modo que a ti te gusta hacerlo.


El conde se inclinó un poco hacia adelante, pegando su pecho a la espalda del artista, y froto su erección contra las nalgas duras de Leonardo, que todavía luchaba por soltarse y el artista decidió que Zoroastro ya había tenido bastante.

Sofía se agacho con dificultad en el suelo y con su delantal, limpio un hilo de sangre que brotaba de un feo corte en los labios de su marido.


- Eres una bestia, Leonardo.



Le reprocho la chica al artista mirándolo con rabia.

Da Vinci bufo y volvió a revolverse, mientras Girolamo seguía sujetándolo.

- Siete meses sin veros y lo primero que me encuentro es que este mal nacido te ha preñado. ¡¡¡Joder, que hace un año estabas en un convento!!!


Protesto Da Vinci rabioso y Zoro lo miro frunciendo el ceño.


-Y Vanessa hacia dos días que la habías sacado de uno, cuando te la desvirgaste, pervertido.


Sofía se froto la cara y los miro a los dos con ganas de estrangularlos.


-¡¡¡Basta!!! Ya basta los dos.



Sofía miró a su hermano cruzándose de brazos. Leonardo sostuvo su mirada hasta que ella le desafío levantando la barbilla y el hizo un gesto de rendición con las manos.

 - ¿Y puedo saber de cuanto es ya tu dulce espera, querida hermana?


Preguntó Leonardo mirando a su hermana con los ojos encerrados.


Sofía levantó la barbilla y llevándose las manos a su espalda, se masajeo los riñones dolorida.


- Pues cálculo que de unos 8 meses.... quizás ocho meses y 15 días...


Leonardo hizo cuentas mentales y su ira volvió a incendiarse.


- ¿Comoooooooo? ¿Me estás diciendo que mientras yo defendía a Italia de los impíos tú te estabas revolcando con este?


Esta vez a Girolamo si le dio tiempo a agarrar a Da Vinci cuando se lanzó a por Zoroastro de nuevo, pero Sofía fue más rápida y dando dos pasos hacia adelante abofeteo con fuerza la cara de su hermano.


- Yo me revuelto con quien me da la gana y no tengo que darle explicaciones a nadie y menos a un libertino como tú.


- Sofía... te lo advierto...


Leonardo estaba rojo de rabia y se revolvía en brazos de Riario para soltarse.


Zoroastro decidió que ya había tenido bastante y agarrando a su mujer la alejo de su hermano.


- Lo siento Leo, pero hasta que no te tranquilices no te voy a acoger en mi casa. Estas fuera de control, hermano, y así no pienso aguantarte.


Zo giro a Sofía entre sus brazos y la acuno con cariño, lanzándole una mirada a Leonardo a y su amante.


-Vamos, cariño. Quizás su amante el conde  psicópata pueda domar a la bestia con la que fornica, pero nosotros no tenemos por qué aguantar sus desplantes. Creo que 26 años de mi vida, siendo el perro de un lunático me han sido suficientes.


Zo y Sofía se perdieron entre la gente del mercado y Leonardo empezó a revolverse de nuevo en brazos de Girolamo,  intentando soltarse y empezó a lanzar improperios hacia su hermana y hacia su mejor amigo, mientras la misma multitud que minutos antes los animaba a seguir con la pelea, ahora lo miraban con reproche y empezaban a disiparse.


Riario tiro con fuerza de los brazos del artista desde atrás, hasta pegarlo a su pecho, y con calma, se inclinó hacia adelante, y susurro en su oído.


-Leonardo, caro... Podemos hacer dos cosas... Puedes venir conmigo y liberar esa rabia que no te deja pensar, o puedes ir tras ellos y seguir la pelea, pero si eliges la segunda opción, no compartiré mi lecho contigo hasta que regreses a tus cabales.

No tengo nada que objetar si pretendes cobrarle a golpes a  tu amigo el honor de tu hermana, pero la señorita Sofía debe descansar si no quieres que lo próximo que tengas que hacer con ella, es atenderla en un parto dos semanas antes de lo que le toca.

CONTINUA EN EL CAPITULO XXIX

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