CAPITULO XXXVI
Riario regreso al taller
y agradeció que Botticelli fuera tan meticuloso a la hora de ordenar ese lugar.
No tardó mucho en dar con un caldero y
poner a calentar agua en el para limpiar sus heridas. Al tener todo lo
necesario regreso junto al artista y al ver el mal estado en el que se encontraba
su corazón dio un vuelco.
Dejando sobre una silla
su arnés con la daga y su espalda se dispuso a limpiar las heridas sumergiendo
un trapo de algodón en el agua caliente del caldero. Con sumo cuidado se sentó
a su lado en la cama apartando el pelo sucio de la cara de Sandro y lo miro
apretando los labios.
Quito la manta con la que
lo había tapado y contuvo el aliento al observar el estado del cuerpo del
artista.