sábado, 7 de mayo de 2016

CAPITULO XXXI






CAPITULO XXXI

Leonardo despertó con la luz del sol dándole en la cara y sin abrir los ojos, busco con sus manos a Girolamo, pero solo encontró las sabanas frías y vacías.
Un rápido vistazo, le basto para saber que Riario no estaba allí con él, y salto de la cama, poniéndose los pantalones y las botas a toda prisa, y sin molestarse en terminar de vestirse, cogió su camisa, y dejó la habitación, pensando que quizás su amante había ido a por algo de comer abajo, pero al hablar con Rosalía, la dueña de la taberna, le dijo no haberlo visto desde la noche anterior, cuando subieron los dos juntos.
El terror más absoluto empezó a apoderarse de él y apretando los puños, soltó una maldición.


-¿Y no ha venido la guardia nocturna a buscarnos, no?


Pregunto el artista cada vez más nervioso. La tabernera lo miro, negando con la cabeza mientras pasaba un trapo mugroso por encima de la barra.

-Estuvieron aquí por la noche, pero no buscándoos a vosotros.

Leonardo se meso el pelo, levantándolo en picos desordenados y miro a los escasos comensales, que comían sus desayunos en algunas de las desvencijadas mesas.

-¿Y no puede haberse ido con Drusilla? Ella estuvo incordiándolo cuando llegamos.

-No, Leonardo. Ella se fue anoche.

-¡¡¡Mierda!!! ¡¡¡ Joder!!!

¿Había vuelto a marcharse el conde? Sin pensarlo mucho, salió de la taberna y entorno los ojos al sentir la claridad dándole en la cara.

¿Y si Lorenzo se había enterado de que estaban en la ciudad y había decidido apresarlo?

Eso no tenía mucha lógica, ya que él se hubiera despertado con el revuelo.

Si Girolamo no quería ser apresado, no lo seria y pobre de aquel que lo intentara.

Un escalofrió lo recorrió al recordar a Dragoneti crucificado boca abajo, con la garganta seccionada.

¿Y si el Monstruo había vuelto y había decidido ir a por....?
El corazón de Leonardo empezó a latir como si de un caballo desbocado se tratara.
El Monstruo siempre iba a por aquellos a los que creía culpables, y Sofía era la culpable de que Zoroastro y Leonardo hubieran discutido la tarde anterior.

-¡¡Oh, joder!! Por favor... por favor, que mi hermana este bien...

Da Vinci echo a correr por las escasas calles que separaban su estudio del Perro Ladrador y se maldijo por no haber cogido su espada.
En un combate cuerpo a cuerpo sabía que no era rival para el alter ego de Riario, pero le dio igual.

A lo lejos vio a Zoroastro comprando tranquilamente y casi presa de un ataque de nervios, se le echo encima.

-¿Qué coño haces, Leo? ¿No tuviste bastante ayer que hoy también tienes que darme por culo?


Protesto su amigo cruzándose de brazos.

Leonardo lo cogió de los hombros, intentando controlarse.

-Girolamo no está. Sofía...

No hicieron falta más palabras y los dos hombres echaron a correr muertos de miedo.

Si el monstruo había vuelto, lo más seguro es que al llegar al estudio de Leonardo se encontraran con una carnicería.

Sin llamar, Zo y Leo entraron en la antigua casa del Verrochio gritando el nombre de la chica y ambos frenaron en seco al ver a Sofía inclinada sobre Riario, que mantenía su camisa arremangada mientras la chica untaba una crema con un extraño olor en unos moratones que el conde tenía en su cuerpo.

-Hola. Me alegra ver que habéis hecho las paces. Justo ahora íbamos a ir a buscaros.

Saludo Sofía mirándolos con una sonrisa.

Leonardo y su amigo miraron a la pareja sin comprender y Riaro se levantó, metiéndose la camisa dentro del pantalón.

-Vine a ofrecerle a tu querida hermana una tregua, y ella se ha empeñado en curarme, al ver los mordiscos y los chupetones que me dejaste anoche, caro.

Sonrió el romano con sinceridad.

Leo suspiro aliviado y dando dos grandes pasos abrazo a su hermana contra su pecho y le lleno el pelo de besos.

-Ay, suelta, Leonardo. ¿Se puede saber qué te pasa?

-Creíamos que Riario había venido a matarte y nos alegra mucho encontrarte entera.

Dijo Zoroastro cogiendo un trozo de queso.

Girolamo giro los ojos en blanco, mirando al mestizo y negó con la cabeza.

-Y así es como una mala reputación hace que la gente pierda los nervios...

Dijo con tranquilidad quitándole a Zo el trozo de queso y pegándole un mordisco, mientras miraba a los dos hermanos abrazados.

-¿Qué tal si preparo algo para desayunar? El día es largo, y mi hijo y yo nos estamos muriendo de hambre...

Protesto Sofía desde los brazos de su hermano

Tras aclararlo todo, los cuatro se sentaron  a la mesa mientras comían.

-¿Y por qué tengo que ir yo? Joder, Leo, que acabas de llegar y ya me esas dando órdenes...Podrías dejar de joderme durante un rato...


Protesto Zoroastro leyendo la nota encriptada que Leonardo le había dado mientras esperaban la llegada del desayuno sentados a la mesa.

Sofía se levantó a por  una gran bandeja con frutas frescas y Riario al verla tan cargada se levantó también para a ayudarla, mientras los dos amigos seguían discutiendo sobre los materiales que necesitaba Leonardo.


-Porque yo no puedo ir tan cerca del palacio de Lorenzo. Por eso tienes que ir tú y hacerle llegar mi encargo a Nico.


Protesto Leonardo mientras cogía un trozo de pan y un trozo de dulce de membrillo con miel.


Zo volvió los ojos en blanco y se guardó la nota en el bolsillo, sonriendo cuando su esposa se sentó a su lado.

El conde dejo la bandeja llena de frutas sobre la mesa y se sentó al lado de su amante. Leonardo le tendió la comida que acababa de coger y Girolamo la acepto de buen grado, sirviendo a su vez vino para todos.


- Pero a ver... ¿para qué coño necesitas tres cristales de lupa y un prisma? ¿Nitrato de plata? ¿Y mercurio?  Tú te has vuelto loco. Por si no te has dado cuenta el mercurio por aquí no abunda. Son pocos los boticarios y los físicos que lo usan para tratar la sífilis. ¿No tendrás sífilis, no, Leo? ... ¡Oh! ¡Joder! ¿Sangre? ¿Humana? Tú estás chalado.... ¿De dónde quieres que saqué sangre humana fresca?

Zo releía una y otra vez la nota de Leo y a cada línea sus ojos se agrandaban más y más.

- Una corona de espinas... ¿Enserio Leo? ¿Pero qué coño pretendes hacer con todo esto?

Sofía cogió la nota y tras echarle un breve vistazo lo tuvo claro.

- Pues algo relacionado con Cristo y una cámara oscura.... Está clarísimo, pero una sugerencia hermano.... Yo que tu cambiaría la luz solar por una luz artificial que tuviera la misma intensidad que el sol....  ¿Has considerado usar una luz de bengala en alto contenido en magnesio?

Leonardo y Girolamo la miraron con una sonrisa y Zo se gritó la cara, sintiéndose un poco idiota.

-Y aquí es cuando a pesar de toda mi experiencia en la vida, me siento como un tonto...Rodeado de cerebritos...


Protesto Zo mirando a Sofía con una sonrisa.

Los dedos de Leonardo se movían, mientras contaba y calculaba y sus ojos se alzaron hacia Riario.

-¿Tu qué opinas, Girolamo? ¿Puede una luz artificial ser tan potente como la que necesitamos?

Girolamo hizo cálculos mentales y asintió mirando a su amante y a Sofía.

-Si conseguimos hacer una bengala lo suficientemente potente, pienso que quizás de resultado, pero espera un momento, que quiero consultarlo.

Girolamo se levantó una vez más de la mesa y revolvió dentro de su bolsa. Saco el libro de las hojas y lo puso encima de la mesa, dejándolos a todos boquiabiertos.

-¡¡Joder!!

Dijo Zoroastro casi cayéndose de la silla debido a la impresión.

-¿Es el auténtico?

Sofía estiro la mano, y la aparto rápidamente, como si tuviera casi miedo de quemarse y Leonardo sonrió mirándola.

-Es el auténtico. Carlo se lo quito a madre, y Girolamo lo recuperó en el Laberinto.

Apartando la fuente de frutas, Girolamo abrió el libro sobre la mesa, y tanto el cómo los dos hermanos, contuvieron el aliento al materializarse frente a ellos, las técnicas distintas que debían usar.

- Pues yo no veo nada...

Gruño Zoroastro desde su silla.

- Señores… Vamos a hacer una sábana santa.

Dijo Leonardo emocionado, mirándolos a todos. 

CONTINUA EN EL CAPITULO 32


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