sábado, 7 de mayo de 2016

CAPITULO XXXII




ADVERTENCIA: ESTE POST CONTIENE ESCENAS DE SEXO EXPLICITO, LENGUAJE ADULTO + 18.

CAPITULO XXXII

Después de ir a por todo lo necesario para empezar  trabajar, Leonardo y Girolamo decidieron ir a dar una vuelta para despejarse y para poder dejar solos un rato a Sofía y a Zo, que habían tenido una gran discusión.

Estaba sentados a la orilla de un pequeño arrollo en las afueras de la ciudad, y mientras Girolamo descansaba tumbado sobre la hierba, disfrutando del sol con los ojos cerrados, Leonardo estaba a su lado, sentado contra un árbol y dibujaba en su cuaderno esbozos del rostro de su amante.

Cambiaba el lápiz de una mano a otra y solo levantaba la vista para capturar como la luz iba proyectando sombras sobre el hermoso rostro de Girolamo a medida que el sol se movía.


Ninguno de los dos decía nada, pero era evidente que se sentían a gusto disfrutando de la libertad que le habían rodado a Battista.

Riario se desperezó y abrió un ojo, mirando como Leonardo seguía absorto dibujando en su cuaderno.
Le encantaba verlo pintar y supo que podría pasarse horas así, simplemente mirando como su artista plasmaba sus rasgos una y otra vez y con un suspiro se incorporó sobre sus codos.

- Deja eso y ven aquí conmigo... Hace un día estupendo para que te lo pases ahí debajo, con el lápiz en la mano.

Murmuro arrancando una brizna de hierba y llevándosela a los labios.
Da Vinci levanto la vista de su cuaderno y miro al conde con una sonrisa en los labios.

- Hace demasiado calor, y al sol me cuezo lentamente. Además, creo que yo tengo suficientes pecas.


Riario se levantó del suelo y se plantó frente a Leonardo, quitándole el lápiz y el cuaderno y poniéndolos a un lado.
Lo miro intensamente y cogiéndolo de las manos tiro de el para levantarlo del suelo y una vez de pie, deslizó una de sus manos hacia la nuca de Leonardo, y lo acerco a él.

-¿Entonces prefieres dibujar que venir al agua conmigo?

Susurro en su oído, provocándole mil escalofríos. Leonardo cerró los ojos y sus manos se posaron en las caderas del conde, atrayéndolo más hacia él.

- ¿Al agua? ¿Estás seguro de que quieres bañarte?

Pregunto Leonardo abriendo sus ojos y mirándolo con un destello divertido en sus ojos verdes. Riario sonrió y asintió con la cabeza.

-Hace un día estupendo, y el agua está fresca y no hay nadie. Hace demasiado calor para que la gente esté en la calle. Además, es domingo y seguro que están en la iglesia. 

Leonardo se echó a reír y alzo una de sus manos, para acariciar con su pulgar el labio inferior de su amante.

-Oh... Domingo... ¿Y no ha ido a misa, señor conde? Me parece que se está convirtiendo usted en un hereje. Ese artista con el que va, es una mala influencia para usted, mi querido señor. Esta desatendiendo sus obligaciones.

Una sonrisa perversa asomo en los labios de Girolamo y capturo el pulgar de Da Vinci con sus dientes y lo lamio con su lengua, arrancando un gemido de la garganta del maestro.

- Me he pasado casi 33 años de mi vida yendo a la iglesia todos los días y no creo que me caiga un rayo divino si prefiero bañarme contigo que oír las falacias de un estúpido cardenal que no cree más que en el oro que le da Battista.

Susurro inclinándose para besarlo y tras humedecer con sus labios los del su artista, se separó de él, quitándose la camisa y dejándola caer al suelo.

Leonardo contuvo el aliento al ver como el sol arrancaba destellos de los aros que perforaban las tetillas de su amante y trago saliva, deseando poder lamer el sudor que bañaba su cuerpo.

- Girolamo... Pueden vernos y no quiero que Lorenzo termine ahorcándonos por sodomía pública.

Riario dejó escapar una carcajada y se alejó dos pasos, desabrochando el cinturón y dejando su espada en el suelo.

- Nadie va a vernos, caro... ¿No sientes deseos de arrodillarte y saborear mi polla mientras nos damos un baño?

Susurro el conde apretando en su mano el bulto que palpitaba bajo sus pantalones.

Leonardo se lamio los labios, y se acercó a él, pero Riario negó con la cabeza, y se alejó un poco más, a la vez que desabrochaba sus pantalones.

-Si me quieres, tendrás que venir a por mí, artista...

Dijo mirándolo fijamente, a la vez que se quitaba las botas y el pantalón y se los lanzaba a Leonardo, que lo miraba conteniendo la respiración.

- Definitivamente soy una mala influencia para ti. El Riario que conocí hace ya tanto tiempo se hubiera escandalizado con tu conducta.

Murmuro Leonardo intentando controlarse. No pudo evitar fijarse en que los mordiscos y los chupetones que había dejado la noche anterior en el cuerpo de su amante, se estaba desvaneciendo gracias al ungüento que le había puesto Sofía y no pudo evitar sentirse celoso al pensar en las manos de su hermana sobre el cuerpo de su amante.
Riario se dio la vuelta y sin pensarlo mucho, entro en el agua, y a Leonardo se le hizo la boca agua, al ver la perfección de su cuerpo.

- Girolamo, por Dios.... Tienes un culo que parece un melocotón...

Digo Leonardo empezando a desvestirse a toda prisa, y esas palabras arrancaron una carcajada de la garganta del conde.

- ¿Un melocotón? Tu obsesión por la fruta está llegando un poco lejos, pero veo que al fin he logrado mi propósito de que vengas a bañarte conmigo.

Dijo Riario entre risas mientras flotaba de espaldas en el  agua.

Da Vinci no se lo pensó dos veces y lo siguió al agua, empezando a gritar y a maldecir cuando se metió dentro.

-¡¡¡JODER!!! ¡¡¡Ostias, que fría...que friaaaa!!! ¡¡¡Se me han congelado las pelotas!!!

Leonardo no paraba de protestar cuando entro en el arroyo y el agua mojo sus partes bajas y el conde volvió a reírse.

- Deja ya de quejarte y ven aquí...Te he dicho que si me quieres tendrás que cogerme.

Grito Riario alejándose a nado. Leonardo no hacía más que resoplar sin atreverse a entrar del todo en el lago, pero ver a su amante alejarse a grandes brazadas, lo puso en movimiento y sin pensarlo más, se sumergió por completo y empezó a nadar a toda prisa hasta alcanzar a Girolamo, que lo esperaba apoyado en unas rocas, con una sonrisa que le iluminaba el rostro.

Da Vinci llego a él, y sin mediar palabra, el conde lo rodeo con sus brazos y su boca abierta se posó en la de su artista, que jadeaba contra su aliento. La lengua de Girolamo acaricio con sensualidad la de Leonardo y con destreza, el artista bajó sus manos por los costados del romano hasta que se posaron en sus nalgas duras y clavo allí sus dedos, amasándolas con evidente deleite.

-Hacemos pie....

Susurro Girolamo contra sus labios y ambos se levantaron, sin dejar de besarse.
Leonardo se las ingenió para dejar al conde de espaldas a él y se mordió el labio cuando sus ojos recorrieron el cuerpo mojado y desnudo y se volvió a fijar en las duras nalgas, que se contraían cada vez que Girolamo respiraba.

-Joder... Girolamo, que culo tienes... Realmente parece un melocotón...redondo y duro...

Murmuró Leo acariciando con una mano el descenso de la columna vertebral de su amante y con la otra su culo perfecto y sin pensarlo mucho se arrodillo en el agua y mordió una de sus nalgas, pasando luego la lengua por las marcas de sus dientes.
Girolamo ahogo un grito y sus manos se abrieron contra la roca, hundiéndose en el musgo que allí crecía y cuando Leonardo decidió prodigar caricias húmedas con su lengua en su entrada, su respiración se volvió rápida y pesada.

Una de las manos del artista se deslizo hacia adelante, rodeando la erección del conde y empezó a bombear arriba y abajo, haciéndolo gemir.

-Leonardo... Oh, joder...

Leo agrego dos dedos a las caricias de su lengua en la entrada del romano y Girolamo echo la cabeza hacia atrás, perdiéndose en el placer que le proporcionaban las húmedas caricias del genio.
Sin mediar palabra, la lengua de Leonardo lo abandono y poniéndose de pie tras él,  dirigió su excitado miembro a la entrada de su amante.
Ambos gimieron cuando el maestro se abrió paso en el interior del conde y olvidaron por completo donde estaban.

La pelvis de Leonardo choco contra las duras nalgas de Riario, quien no podía hacer más que gemir y jadear cada vez que Leonardo salía casi por completo de su cuerpo y volvía a entrar con estocadas fuertes mientras sus dedos se clavaban en las caderas de su amante, moviéndolo al mismo compas de sus embistes.

Hacía mucho tiempo que Girolamo no lo recibía en su cuerpo y sentía una mezcla de placer y dolor, que lo obligaba a morderse los labios para no ponerse a gritar.

Leonardo se inclinó hacia adelante, besando y mordiendo primero su nuca y después los marcados trapecios que llevaban a sus hombros y cuando sus labios se desplazaron hasta el oído del romano, contuvo un jadeo antes de hablarle.

- Me encanta follarte, Girolamo... Tienes el culo más perfecto que he visto en toda mi vida... Me encanta hundir mi polla en él y hacer que grites...

Girolamo jadeaba, intentando aguantar, y cuando noto como Leonardo empezaba a temblar, poniéndose rígido a su espalda, acercándose a su orgasmo, deslizó su mano hasta su miembro y apretó la base, intentando no correrse a la vez que sentía como su amante se vaciaba dentro de él.
Leonardo se apoyó en su espalda, respirando entrecortadamente y con un movimiento hábil, Riario le hizo una llave y lo estrello contra la roca.

-No pienso correrme a no ser que lo haga en tu interior, Leonardo.

Gimió Girolamo contra su oído y sus labios bajaron por la nuca del maestro, besándolo y Da Vinci asintió, inclinándose lo suficiente para que su enamorado pudiera penetrarlo.

-Hazlo, vita mía... Hazlo...

Girolamo uso los restos del placer que Leonardo había dejado en su cuerpo y lubricando su miembro, se guio a si mismo hacia la entrada de Leonardo y agarrándolo con fuerza de las caderas, se hundió por completo en su cuerpo, haciéndolo jadear por el roce del piercing que decoraba su glande.

-Oh, Dios... Oh... joder... ¡¡¡Si!!!

Riario empezó a embestir con fuerza, echando la cabeza hacia atrás, a la vez que apretaba los dientes y todos los tendones de su cuello se marcaron, debido al esfuerzo que hacía para intentar no correrse en ese mismo instante.

-Más fuerte, Girolamo... Más rápido...

Jadeaba Leo acompañándolo en sus movimientos, sin darse cuenta de que estaba gritando.

-¡¡¡¿LEO??!!!

Maestro y capitán se quedaron petrificados al oír la voz femenina que sonaba justo encima de sus cabezas y ambos levantaron la vista, mirando con horror como Vanessa los observaba allí de pie en la orilla, tapándose la boca, acompañada de Nico, Sofía, Sandro y Zoroastro.

-Vaya, Leo... No necesitaba saber que eres tu y no el al que le dan por el cu...

-¡¡Zo, por favor!!! ¡¡¡Que es mi hermano!!!

Protesto Sofía apartando la vista, pero los otros cuatro seguían mirando a los amantes que se habían quedado petrificados.
Sandro levanto la mano y saludo a los amantes alzando la mano.

- Hola Da Vinci, me alegro de que hayas recuperado tu función eréctil... Señor Riario… Bonitos pendientes…

Con una risa, Riario escondió su cara entre el pelo de Leonardo, sintiendo vergüenza, pero no podía evitar reírse.

Leonardo consiguió moverse y con rapidez su amante abandono su cuerpo y el genio se cubrieron sus partes bajas con las manos, mirándolos a los cuatro rojo de ira.

- ¡¡¡Joder!!!! ¿Queréis daros la vuelta? ¡¡¡¡Necesitamos un poco de intimidad para poder vestirnos!!!!

Nico que se estaba mirando los pies hablo con un hilo de voz.

-Maestro...si quieres puedo traer vuestras ropas....

Riario se encogió de hombros y se miró el cuerpo.

-A mí no me importa... Total, acabáis de cortarnos el rollo y no tengo nada que no hayáis visto ya.

-¡¡¡ Fuera!!! ¡¡Joder!!


Grito Leonardo cubriéndose sus partes y andando hacia el árbol donde habían dejado sus ropas.

-Estas delgado como un palo, Leo, pero sigues teniendo un cuerpo espectacular....

-¡¡¡ Vanessa!!! Pero bueno, que estoy delante.

Protesto Nico y Riario siguió riéndose, pensando que era la situación más surrealista en la que jamás se había encontrado.

CONTINUA EN EL CAPITULO 33

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