sábado, 21 de mayo de 2016

CAPITULO XXXIII



ATNCION: ESTE POST CONTIENE PELAS Y ESCENAS DE VIOLENCIA. 
  
( Debido a un error de edicion, se ha subido un borrador. aqui os dejo el capitulo completo, disculpas por ser tan torpe)


CAPITULO XXXIII

Un rato después, todos estaban reunidos alrededor de una mesa, en el Perro Ladrador, y bebían, mientras charlaban.
Zo le prodigaba mimos a su esposa, acariciando su amplio vientre y dando pequeños besos sobre la ropa, mientras musitaba palabras cariñosas hacia su futuro hijo. Riario hablaba animadamente con Nico quien le explicaba como se estaban administrando las ayudas que él mandaba a los conventos y un poco más alejados, Sandro, Vanessa y Leo, bebían una copa de vino tras otra.

-Me dijeron que te habías casado con Lorenzo. ¿Cómo es que el no está aquí?


Le pregunto Leonardo a la chica del pelo rojo y ella sonrió, cogiendo su mano por encima de la mesa.

-Leo, a veces nos vemos obligados a tomar decisiones que no nos gustan, y eso es lo que hice...Giulio es un Medici y tenía que asegurar su futuro...

Dijo Vanesa desviando sus enormes ojos azules hacia Nico y mirándolo con anhelo.

Leo asintió entendiendo y le palmeo la mano con cariño. Llevándosela a los labios para depositar allí un tierno beso.

- ¿Y tú? Siempre sospeche que te gustaba el conde, pero ha sido una sorpresa saber que es estáis juntos.

- También fue una sorpresa para mi saber que él estaba interesado y aunque al principio fue difícil, hemos logrado superar unos cuantos inconvenientes, pero claro... dadas las leyes de Roma, nosotros no podemos hacerlo público. Aquí es en el único sitio donde podemos ser libres.

Suspiro Leonardo mirando con amor a Riario.

Sandro palmeo su hombro y sirvió mas vino en las copas, y sonrió a Vanessa y a Leonado.

-Señorita Moschela... ¿le importaría que la dejáramos sola un momento? Tengo que hablar con Leonardo a solas...

Dijo Sandro mirando a Vanessa y ella asintió, mientras los dos hombres se levantaban de la mesa y se iban a un rincón, apartado de los demás.

Leonardo no terminaba de entender y miro a Sandro con curiosidad, esperando a que hablara.


- Se lo difícil que ha sido para ti, Leo... Me alegra saber que al menos pude hacer algo al hablar con el conde y reprochárselo.

Leo miro a Sandro sin comprender y el pintor sonrió, bebiendo de su copa.

-Aquella noche, al salir de tu estudio, me encontré con el señor Riario, y le dije lo que pensaba.  Le dije que tenías el corazón roto, y que si el mundo te perdía, seria culpa suya... Yo no podía consentir que siguieras sufriendo, Leo... No podía, bello.

Leonardo no daba crédito a las palabras de Botticelli y se inclinó hacia él, interesado.

-¿Tu enfrentaste a Girolamo por mí?

Sandro sonrió y asintió, bebiéndose su vino de un trago.

-Sí, lo hice. No podía consentir que te consumieras, Da Vinci. Si tú faltas... ¿quién va a ser mi rival?

Leonardo sonrió y Sandro se apartó los rizos que le caían sobre la cara mirándolo casi con devoción.

- Aunque nosotros hayamos tenido muestras diferencias en el pasado, eres mi amigo y te aprecio, Leonardo. Lo que paso entre nosotros, simplemente pasó. No es algo que ninguno de los dos planeáramos y me alegra mucho de que hayas podido arreglar las cosas con el señor conde. Yo también quisiera eso con alguien...Desde que perdí a Simonetta, nada ha vuelto a ser lo mismo para mí y creo que mi capacidad de amar, murió con ella aquel día.

Da Vinci abrió la boca para decir algo y Sandro negó con la cabeza, inclinándose hacia él.

- No... No digas nada. Solo quiero que sepas que pase lo que pase, yo estaré ahí.

El pintor extendió la mano y acaricio con su pulgar los labios de Leonardo, quien cerró los ojos, conteniendo el aliento.

Girolamo sonrió a Nico a la vez que bebía de su copa  y su vista se desvió, buscando a Leonardo y cuando vio como los dedos de Botticelli acariciaban los labios de su amante, algo se rompió dentro de él.
Le vino a la memoria la noche en que vio salir al pintor  del taller de Da Vinci, despeinado y con los labios hinchados por los besos que ambos artistas habían compartido y la ira de los celos lo invadió por completo.
Se levantó  de golpe, tirando la silla hacia atrás con furia, y con pasos largos, se dirigió hacia donde estaban los dos hombres hablando.

Dos segundos más tarde, Sandro caía contra una de las mesas con una de las manos de  Girolamo apretando su garganta y  lo miraba con rabia,  respirando entrecortadamente.

Casi sin darse cuenta, se desato el caos.

Sandro intentaba alcanzar algo con que defenderse  mientras Girolamo seguía apretando su cuello y el artista encajo una de sus rodillas contra el pecho del romano y empujo hacia atrás, logrando quitárselo de encima a la vez que rodaba por encima de la mesa y cogiendo uno de los vasos se lo lanzo a Riario.
El conde lo esquivo, y acto seguido cogió una silla y la levanto, estrellándola contra la mesa donde Botticelli intentaba recuperar el aliento.
El pintor se cubrió con el brazo y aulló de dolor al sentir como la madera se astillaba contra su carne y apretando los labios, cogió una de las patas astilladas y golpeo a Riario en la cara con la suficiente fuerza para romperle el labio.
Girolamo se lamio la sangre que le caía por la barbilla y miro a Botticelli con una siniestra sonrisa en su rostro.
Rápido en sus reflejos, Sandro finto cuando Riario se lanzó a por él y logro inmovilizar uno de sus brazos a su espalda, tirando de el hacia arriba, pero Girolamo cogió impulso, ayudado por sus piernas, y le pego al pintor un cabezazo en la cara.
Botticelli se tambaleo hacia atrás, con la nariz sangrando y el conde aprovechó para saltar sobre él.
Girolamo golpeaba a Sandro y gritaba fuera de control, y Leonardo corrió para intentar separarlos.

-¡¡¡Basta!! ¡¡¡Los dos!!! Ya vale, joder!!!

El conde se giró a mirar a Leonardo y el artista jadeo asustado cuando vio que los ojos de su amante estaban enrojecidos por la ira, momento que Botticelli aprovecho para golpear al conde, que se tambaleo hacia atrás, volcando una mesa.
Con un gruñido de rabia, Riario se lanzó de nuevo a por Sandro, tirándose en plancha sobre él, y ambos cayeron sobre una mesa, mientras se golpeaban mutuamente.

-Esto se está descontrolando.... Oh, Joder...Nico ayúdame. 

Murmuró Zoroastro intentando separar a Riario de Sandro, y Nico y Leonardo se unieron a sus esfuerzos para intentar controlar al conde y al pintor, que seguían moliéndose a palos el uno al otro.

 De repente la gente gritaba y corría, y la taberna era un completo caos.

-¡¡ Ya basta!!! ¡¡¡Joder!!! ¡¡Girolamo, Sandro, por favor!!! Tenemos que salir de aquí!!!

Grito Leonardo tirando de su amante a la vez que miraba hacia la puerta.

La guardia nocturna se abría paso entre el alboroto y Leonardo soltó al conde, y salió corriendo gritando hacia su hermana y hacia Vanessa.

- ¡¡Iros!!! ¡¡¡Las dos!!! ¡¡¡Corred!!!

Las dos muchachas salieron corriendo y Leonardo cogió una jarra de vino y con un movimiento rápido golpeo al guardia que lo amenazaba con la espada y salto por encima de una de las mesas, buscando algo con que defenderse.
Maldecía por no haber llevado su espada y a la vez daba gracias porque Girolamo no llevara la suya ya que él  y Botticelli seguían golpeándose mutuamente, y Leonardo harto se metió entre los dos, haciéndole frente a su amante.

-¡¡¡ Basta. Tenemos que irnos...La Guardia...!!!

No le dio tiempo a nada más porque un intenso dolor se expandió por su nuca, haciendo que todo se volviera oscuro y cayó hacia adelante, viendo como Riario gruñía al recogerlo entre sus brazos.

Un buen rato después, Leonardo abrió los ojos y parpadeo, acostumbrándose a la penumbra de la habitación húmeda y fría y lo primero que vio fue a Sandro y a Girolamo inclinados sobre él.

-Parece que vuelve en sí...

Dijo Sandro frunciendo el ceño.

- Es que menudo golpe le has dado... ¿Dónde coño aprendiste a pegar así?

Riario le hablaba a Sandro pero  miraba a Da Vinci con preocupación.

- Leonardo... Caro... ¿estas bien?

Pregunto Riario retirándole el pelo de la cara y Leo parpadeo confuso al notar la dureza del suelo donde estaba acostado.

Carraspeo, sintiendo la boca pastosa y logro enfocar sus ojos hacia los dos hombres que lo miraban, mientras a unos pasos de distancia se oían los gritos indignados y enfurecidos de Zoroastro y de Nico.

-¿Que ha...? ¿Dónde coño estamos?

Dijo intentando incorporarse, lo que fue mala idea, ya que el dolor se extendió por su cabeza, haciéndolo ver puntos blancos bajo sus parpados cerrados.

-Detenidos... Hemos sido detenidos por alteración del orden.

Dijo Girolamo con voz ronca.

-Oh...Joder...

Suspiro Leonardo aguantándose la cabeza e intentando evaluar los daños que tenía palpando la sangre apelmazada en su pelo  mientras seguía oyendo los gritos indignados de Zoroastro y Nico, protestando y exigiendo que los dejaran salir.


Continua en el CAPITULO 34

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