ATENCIÓN: ESTE
POST CONTIENE ESCENAS DE SEXO EXPLICITO, SITUACIONES DE VIOLENCIA, LENGUAJE
ADULTO Y ESCENAS QUE PUEDEN HERIR LA SENSIBILIDAD DE ALGUNAS PERSONAS.
CLASIFICACION
POR DESCARGO R
CAPITULO XXXV
Girolamo estaba petrificado
en el quicio de la puerta, contemplando la escena que se desarrollaba ante sus
ojos.
Sandro no parecía ser
consciente de lo que estaba haciendo y era evidente que no estaba disfrutando
de ningún placer.
Su cabeza colgaba sobre
su pecho mientras dos de los hombres lo sostenían por el pelo y mientras uno lo
obligaba a chupársela, casi ahogándolo con su miembro, otro derramaba la vela
de una cera por sus hombros y por su pecho, a la vez que los otros dos lo sometían,
penetrándolo a la vez.
Sandro gemía de dolor,
pero los chicos no tenían compasión de él y seguían empujando en su interior, a
la vez que le mordían y clavaban sus dedos en su cuerpo lleno de arañazos y
contusiones.
Junto al fuego de la
chimenea, el conde pudo observar como diversos objetos manchados de sangre
reposaban para un uso posterior y ahogo un jadeo de horror puro al comprender
que todos ellos habían sido usados durante horas en el cuerpo del artista.
Sandro lloraba, e
intentaba revolverse, pero uno de los hombres que lo sostenía del pelo alzo su
mano, golpeándolo con fuerza en la cara y la cabeza del pintor se balanceó
hacia atrás y el conde observo como la sangre manchaba su barbilla, debido a
las heridas de sus labios.
-¿No te gusta, jodido
marica? ¿Esto es lo que piensas que mereces?
Gruño el hombre que lo penetraba desde abajo clavándole
los dedos en la espalda herida y Botticelli gimió, con las lágrimas deslizándose
por sus mejillas.
Girolamo no pudo seguir
contemplando esa escena tan atroz y saco su espada, haciéndola girar en su
mano, mientras se adentraba en la oscura habitación.
-¡¡¡Ya basta!!!
¡¡¡Dejadle!!!
Grito con voz imponente,
agarrando al hombre que penetraba a Sandro desde la posición de arriba, lo arrastro por el brazo, sacándolo de la
cama y lo lanzo al suelo con furia, pateándolo en las costillas con fuerza
cuando cayó sobre la fría piedra.
Los demás ahogaron
gritos, y rodando por encima de la cama, se apartaron de Sandro, quien no cayo
de bruces sobre la cama, gracias a los grilletes que lo sostenían amarrado al
techo, causándole laceraciones en las muñecas, casi dislocándoselas debido al
peso de su cuerpo.
Girolamo hervía de rabia
al ver como los miembros de los hombres estaban decorados con piercins
parecidos al suyo, pero más destinados a causar dolor que placer, y apretó los
dientes, intentando controlar su furia.
-Él lo ha pedido...
Jadeo uno de los hombres,
recogiendo sus ropas del suelo y Girolamo lo miro con ira, blandiendo su
espada. Con un movimiento rápido, la hoja afilada se posó en la garganta del
desgraciado y Girolamo lo miro con los ojos oscurecidos por el odio.
-¡¡Fuera!! Marcharos
ahora o juro por dios que os cortare la garganta uno a uno y será vuestra
sangre la que manche las sabanas.
Los hombres asustados,
cogieron sus ropas y salieron de la habitación apresuradamente, dejando al
artista y al pintor solos.
Riario enfundo su espada
y mirando con horror Sandro, subió a la
cama, y deslizo los pernos de los grilletes, liberándolo de las cadenas.
Sandro cayó hacia
adelante y Riario se apresuró a cogerlo entre sus brazos, sosteniéndolo.
-Dios bendito, Sandro....
¿qué te han hecho?
Gimió Riario al observar
como la sangre y otros fluidos manchaban las sabanas y las piernas del artista.
- Nada que no merezca...
Balbuceó Botticelli con
dificultad, dado el estado de sus labios.
- Tengo que sacarte de aquí.
Riario apretó los
dientes, intentando controlarse. Botticelli estaba hecho un desastre y era
evidente que había sido torturado durante horas y horas.
Sus labios estaban
partidos, y la sangre se derramaba por su barbilla, su pecho y entre sus
piernas.
Tenía contusiones en los pómulos
y su cuerpo era un mapa de cardenales, latigazos y mordiscos y Girolamo sintió
como sus ojos se llenaban de lágrimas al recordar abusos parecidos en su propio
cuerpo cuando no era más que un adolescente y dios gracias a Dios, por haber
tenido la misericordia por no haber sido violado.
-No....déjame... Es lo
que me merezco... Debo pagar por mis pecados...
Gimió balbuceando Sandro
y Riario le aparto el pelo sucio y apelmazado que le caía sobre la cara.
- Nadie merece ser
torturado, por muy graves que sean sus pecados. Ahora se buen chico y ayúdame
para que pueda sacarte de aquí. Pesas una tonelada.
Riario busco con la vista
algo con lo que cubrir el cuerpo de Botticelli y decidió que una de las cortinas
serviría tan bien como cualquier cosa.
Le costó dios y ayuda
sacarlo del burdel, pero una vez en la calle, dio gracias a que el estudio del
artista no estuviera demasiado lejos.
Sandro era un peso muerto
y Riario no sabía por dónde agarrarlo para no causarle más dolor del que ya tenía.
Cuando al fin logro
llegar al estudio, forzó la cerradura y entro, arrastrando a Sandro hasta la
cama, donde lo dejo con cuidado.
Tenía que buscar ayuda, y
tras meditarlo durante unos segundos, decidió salir a buscar a alguien que
fuera en busca de Leonardo.
Se acordó de la prostituta
que había visto cuando volvían del salón de madame Singh y decidió jugársela,
yendo a buscarla.
Girolamo la localizó
media manzana más adelante, apoyada contra la pared y muy digno se acercó a
ella.
La muchacha lo observo de
arriba abajo y silbo, colocándose los pechos dentro del corpiño y arremangándose
el vestido para que el conde pudiera ver sus encantos.
-Buenas noches, guapo...
¿Buscas compañía?
Susurro mirándolo con picardía
y Girolamo negó, bajándole la falda y ella alzo sus brazos, hacia él, rodeándole
el cuello y atrayéndolo con un movimiento brusco le enterró la cara en su
escote.
Girolamo bufo, intentando
soltarse, pero la muchacha parecía tener más brazos que un pulpo y no quería
soltarlo.
-Por favor señor, no me
deje...Necesito el dinero. Hare lo que me pida.
Gimió ella atacándolo con
sus manos otra vez, esta vez intentando desabrocharle los pantalones y Girolamo
la cogió de las muñecas, inmovilizándola y acerco su cara a la suya, momento
que ella aprovecho, para besarlo.
-¡Ya basta, muchacha!! No
es lo que quiero de ti, y por el amor de Dios, ¡estate quieta!
Gruño el conde apartándose
hacia atrás y ella lo miro con sus grandes ojos azules.
-¿Ah no? ¿Eres entonces
un bujaron, como el artista Botticelli? Te he visto salir de su casa.
Dijo la muchacha mirándolo
con los ojos convertidos en dos rendijas y Girolamo puso los suyos en blanco, sorprendido
por el descaro de la chica.
-Eso no te incumbe, niña
malmetida, pero si necesito algo de ti. ¿Conoces al maestro Leonardo Da Vinci?
¿Sabes dónde está su estudio?
Ella asintió entusiasmada
y Girolamo saco una pequeña bolsa de terciopelo negro, atado con un cordón de
oro y se la tendió a la muchacha.
-¿Es al a quien quieres
que me folle?
-Oh, por favor... ¿puedes
callarte un momento? Ves a buscarle y
dile que venga urgentemente al taller del artista Botticelli. Y dile también
que traiga ungüentos y todo lo necesario para curar a un herido. Esto es para
ti. Conmigo no hace falta que te abras de piernas para ganarte algunos
florines.
Ella abrió los ojos
desmesuradamente al ver la abultada bolsa llena de monedas, y lanzo un silbido,
quitándole la bolsa de las manos.
- Ahora mismo te lo
traigo y si luego queréis montároslo los tres una fiestecita conmigo, estaré
encantada de ganarme más monedas por los favores....
Sonrió ella guardándose
la bolsa en su escote y con coquetería deslizo los dedos a modo de peine entre
sus rizos negros.
-Date prisa. Si no
vuelves con el antes de media hora, te encontrare y te colgare del Domo, pero
primero te arrancare las tripas, niña insolente.
Esas palabras deberían de
haberla asustado, pero sonrió e hizo una torpe reverencia, tras lo cual salió
corriendo en busca de Da Vinci y Girolamo se sintió mal por amenazarla, pero pensó
que a veces era mucho mejor ser temido que amado y más por una mujer que podría
desaparecer en la noche con todo el dinero que llevaba encima.
CONTINUA en el capitulo 36
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