sábado, 6 de agosto de 2016

CAPITULO XLIV



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CAPITULO XLIV

Todo estaba a oscuras y no se veía nada. Leonardo estiro las manos y tocando su piel desnuda frunció el ceño.

-Señorita Gianni... ¿estas llorando?


Pregunto el artista al oír los gemidos ahogados de la chica, pero ella no contesto. Sabía que si hablaba, su voz la delataría y se quedó en silencio, intentando levantarse, pero se había enrollado en la sabana y no era tarea fácil.

Leonardo siguió palpando para asegurarse de que era ella y de repente se oyó un sonoro chasquido y empezó a escocerle la cara donde la chica le había dado un bofetón.

-¡¡¡Quita tus manos de mis tetas, joder!!!

Protesto Luca levantándose de encima y Leonardo a su vez se quejó por el golpe.


-Perdón... Joder, yo que sabía que eran tus tetas. Pensaba que era un brazo... ¿porque estas llorando?

-¡¡Por tu puta culpa, Leonardo!!! ¡¡¡ Tus ideas son una mierda y tú eres un imbécil pomposo y creído!!!

Luca se levantó salió corriendo hacia su habitación, y Leo se levantó confuso del suelo, frotándose la cara donde ella le había golpeado. Pensó en seguirla, pero se sentía desconcertado.

En otras circunstancias seguro que se habría encarado con ella, pero después de horas y horas de sexo se sentía completamente exhausto y decidió que con la luz del día ella ya se habría calmado y podrían hablar tranquilamente.
Prosiguió su camino hasta el taller y vio a Sandro dormido, desnudo y roncando suavemente y las piezas se juntaron en su cabeza como los engranajes de uno de sus inventos.

Creía saber lo que había ocurrido, pero no la creía que Luca fuera tan estúpida para haber echado por tierra sus planes y tras coger un poco de tintura de opio, volvió a la habitación con Girolamo, quien lo miro con curiosidad.

-¿Todo bien, caro? He oído a Luca gritándote...

Leonardo se encogió de hombros y tras echar unas gotas de tintura de opio en una jarra de vino, sirvió dos vasos y volvió a la cama, sentándose al lado del cuerpo desnudo de su Girolamo.

- No lo sé, pero creo que algo va mal entre Luca y Sandro... Toma, bébete esto... Contrarrestará los efectos del tónico y nos hará bien a los dos.

Murmuro Leonardo tendiéndole el vaso al conde, y Riario se incorporó sobre sus codos, cogiendo el vino y bebiendo un pequeño trago.

- Esto sabe a rayos, Leonardo...No comprendo como podéis beberlo tan alegremente tú y Botticelli.

Protesto el conde haciendo una mueca, pero se lo bebió todo y dejo el vaso en el suelo, junto a su camastro y paseo su mano por los abdominales de su artista cuando él también se bebió el vino y se tumbó de nuevo a su lado.

- No sé a Sandro, pero a mí me ayuda a calmarme...

Leonardo se inclinó hacia Girolamo y atrapo sus labios en un húmedo beso, saqueando su boca despacio y sin prisas y Girolamo hundió sus largos dedos en la melena desordenada del artista, y jadeo contra su aliento, sintiendo las húmedas caricias de la lengua del maestro contra la suya.

Ambos estaban agotados y doloridos pero cuando Riario deslizo una de sus manos por la espalda de Leonardo, y lo acerco más a su cuerpo, noto como la erección del artista pulsaba contra la suya y sonrió contra sus labios.

-¿Todavía no has tenido bastante, mi caro?

Susurro el conde y Leonardo negó, acariciando la cadera de Girolamo con su muslo.

-Contigo nunca es suficiente, mi amor... Podría quedarme eternamente entre tus brazos y el único alimento que necesitaría sería el de tus besos.

Sus palabras murieron en un jadeo cuando con un movimiento, Riairo dirigió su erección a su entrada y lo penetro despacio, mirándolo a los ojos y Leonardo echo la cabeza hacia atrás, sintiendo como el miembro de su amado se abría paso en su interior y el pendiente que el portaba arañaba en el sitio perfecto, como siempre, proporcionándole un placer que solo Girolamo había sabido darle.

El artista paseo sus manos por la parte inferior de la espalda de su conde, hasta clavar los dedos en los músculos de su trasero perfecto, acercándolo más a su pecho y se mordió el labio al sentir la erección perlada que acariciaba su estómago.

La posición era un poco incomoda, con ambos de lado y frente a frente. Casi no podían moverse, pero para Leo, tenerlo en su interior era más que suficiente.

Girolamo bajo sus besos por la garganta y el cuello del artista, mordiéndolo con delicadeza, y Da Vinci sintió que podía morir de felicidad.
El opio empezaba a hacer su efecto y ambos se sentían flotar, mientras se iban adentrando en la bruma del sueño, pero lejos de retirase, Riario apretó mas fuerte a Leonardo contra su cuerpo.

-Yo también podría quedarme así eternamente, mi caro... Solo contigo siento la paz que necesito...

Gimió el conde subiendo para volver a besar los labios del artista y Leonardo se giró, hasta quedar tumbado en la cama y Riario giro con él, quedándose encima y siguió embistiendo despacio, mientras Leo anclaba sus piernas a sus brazos, quedando totalmente expuesto para él.

Da Vinci se sentía volar, sintiendo los suaves embistes de Girolamo y se aferró a sus hombros, incorporándose un poco para poder besarlo.

Girolamo sonrió contra sus labios y una de sus manos se coló entre sus cuerpos rodeando la erección de su artista entre sus dedos y lo acaricio despacio, al mismo ritmo con el que lo penetraba.
Leonardo creía morir de placer, y uno de sus pies bajo para empujar el trasero del conde, instándolo a ir más deprisa.
Poco a poco, sus movimientos se volvieron más rápidos y más fuertes y Leonardo fue el primero en estallar con un grito contenido, casi ahogándose en el placer que su amante le proporcionaba y Girolamo lo siguió, estremeciéndose y vaciándose en su interior mientras jadeaba el nombre de su amante como si se tratara de una plegaria.
Poco después, cuando los estremecimientos de ambos hubieron cesado, se dejó caer sobre el pecho del artista, intento recuperar la respiración.

Sentía un ligero mareo debido al agotamiento y al opio y con cuidado se retiró del interior de Leonardo y se tumbó boca arriba, tapándose los ojos con el antebrazo y  jadeando.

El artista se acurruco contra su cuerpo y el conde sonrió, pasando un brazo alrededor de los hombros de su amor y lo atrajo hacia su cuerpo, sintiendo la piel tibia y perlada de sudor del maestro contra la suya y trago saliva con dificultad, sintiendo su voz más ronca que de costumbre cuando hablo.

-Te amo, Leonardo y quiero que seas mío...

Dijo Riario todavía cubriéndose los ojos. Sentía la mente nublada, pero era algo que deseaba decirle a Leonardo desde hacía tiempo, y el opio hizo que se desinhibiera, confesándole a su amante su deseo más profundo.

Leonardo rio débilmente, besando su pecho y acaricio su estómago con delicadeza.

-Ya soy tuyo, vita mía... Lo soy desde que ambos entramos en la Bóveda Celeste.

Riario negó, intentando explicarse.

-No me entiendes... Quiero que seas mío de verdad. Que te unas a mí...

Leonardo entreabrió los ojos y lo miro con curiosidad, aunque debido al cansancio y a la droga lo veía un poco borroso.

- ¿Me estas proponiendo matrimonio, señor de Imola?

Riario asintió, todavía tapándose los ojos y Leonardo asintió también, pasando su pierna sobre las del conde. Su capacidad de reacción estaba seriamente mermada y aunque entendía perfectamente las palabras de Girolamo, sus pensamientos parecían ir por libre.

-No podemos casarnos... Somos dos hombres y tú este casado con Caterina y yo con Ima.... Creo.

Murmuro Leonardo arrastrado la voz y Girolamo se echó a reír, sintiendo como la nube de la inconsciencia iba cayendo sobre él.

-Me da igual...Quiero que seas mío...

Leonardo lo pensó unos segundos y apoyando su cabeza sobre el pecho de su amante, asintió.

-De acuerdo entonces...Seré tuyo y tú serás mío, Conde de Forli...


Riario aparto el brazo que cubría sus ojos y miro hacia abajo, alzando una ceja al ver que Leo se había quedado dormido, roncando suavemente y con un suspiro murmuro:

-No ha salido tan romántico como yo pensaba, pero me alegro de que me aceptes...

CONTINUA EN EL CAPITULO 45



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