domingo, 21 de agosto de 2016

CAPITULO XLVI


CAPITULO XLVI

Horas más tarde, Leonardo, Girolamo y Sandro estaban agotados de tanto buscar y Sandro se dejó caer sobre unos jergones de paja, respirando entrecortadamente y se secó el sudor de la frente con la manga de su camisa.

- No hay nada que hacer... Luca se ha marchado.... A este paso ya debe de estar en Nápoles o Milán... La he perdido para siempre.

Se lamentó el pintor frotándose la cara.

Leonardo lo miro con algo parecido a la pena, y tras girar los ojos en blanco, le tendió una mano para que se levantara.

-Vamos, Botticelli. Es imposible que haya llegado a Nápoles o a Milán. No tiene tiempo. Vayamos hasta Livorno a ver si ha intentado coger un barco, ya que no la han visto ni a caballo ni a pie intentando salir de la ciudad.


Girolamo asintió y tras convencer al artista de que los acompañara, se dirigieron a los muelles.

Había varios barcos de carga y Leo se sorprendió gratamente al ver que sobre la cubierta de una de las embarcaciones estaba Americo Vespucci.

Con grandes zancadas se dirigió hacia allí y empezó a gritar, agitando los brazos por encima de su cabeza. Si Luca estaba intentando escapar por mar, Americo lo sabría.


-¡¡Eh!! ¡¡¡Vespucci!!! ¡¡¡Eh!!!

Grito Leonardo desde el muelle y el capitán miro en todas direcciones hasta que dio con el artista y soltó una carcajada.

- Vaya, vaya... Leonardo Da Vinci y el Conde Riario... Subid, pero no pienso llevaros de nuevo hasta Vespuccia.

Los dos hombres mencionados soltaron una carcajada y Girolamo grito, haciendo eco con las manos.


- Estas loco si piensas que le van a poner tu nombre a ese país.

Los tres hombres subieron a cubierta y tras saludar a Vespucci, Leo le mostro el   retrato que había hecho de Luca.

-¿La has visto?

Pregunto tendiéndole el dibujo en el que se veía a una hermosa Luca con la cabellera suelta y Americo negó, sosteniendo la imagen entre sus dedos.

-Me acordaría si hubiera visto a semejante belleza, pero no, amigo. Lo siento mucho.

Sandro dejo caer sus hombros hacia adelante, en un gesto de derrota y Girolamo le palmeo amistosamente la espalda, inundándole ánimos.

-No te preocupes, Sandro. La encontraremos.

Murmuro el conde con voz ronca hacia el apesumbrado artista.

-¿Y has visto a algún chico joven de pelo negro y ojos claros? Es más o menos así de alto y bastante delgado.

Pregunto Leonado haciendo un gesto con las manos para medir la altura de Luca y a Vespucci se le ilumino el rostro con una sonrisa.

-¡¡¡Si!! A él sí. Esta aquí mismo. Me pidió trabajo a cambio de embarcar rumbo a España. Lo tengo atando cabos en popa.

Sandro levanto la vista y miro hacia la cola del barco y conteniendo el aliento se puso en pie y echo a correr.

Americo silbó divertido al ver la velocidad que llevaba el pintor y soltó una carcajada.

-Nunca había visto al bujarron de Botticelli correr tan rápido sin ser perseguido por la guardia nocturna.

Sandro avanzo por la cubierta del barco corriendo, esquivando marineros que estaban en plena faena y llego hasta  uno pequeño, que supo que era Luca sin necesidad de verle la cara.
El aroma a pachuli en su piel la delataba y Botticelli se situó a su espalda y tras carraspear, poso una de sus manos en el delicado hombro de la muchacha y girándola entre sus brazos la beso, sin pensar.

Luca se sobresaltó y tras soltarse del abrazo de Botticelli lo golpeo con fuerza en la cara con el gordo cabo que sostenía entre sus manos y sus ojos brillaron con furia al ver al artista.

-¿Qué haces aquí?

Pregunto la chica empujándolo con fuerza y Botticelli sorprendido se limpió el hilo de sangre que manaba de sus labios.

-He venido a buscarte. No te puedes ir, Luca...

Ella lo miro con rabia y le tiro la cuerda al pecho, mirándolo con desdén.

-¿Ah no? ¿Y eso porque, maestro Botticelli?

Dijo ella adoptando una pose orgullosa con las manos a la cadera y la barbilla apuntando arriba.

Sandro recuperó el aliento que había perdido al golpearle el cabo en el estómago y sacudió la cabeza, haciendo volar sus rizos rubios.

-Pues porque no te puedes ir... Hay cosas que hacer en el taller, y...

Leonardo y Girolamo los miraban desde lejos y al ver a Sandro dubitativo, Leonardo estallo.

-¿Pero por que no se lo dice? La va a perder. Ese idiota va a hacer que se vaya... Y no puedo consentirlo, Girolamo... No estoy dispuesto a tener que soportar otra vez los excesos de Botticelli. Ese imbécil no sabe afrontar una perdida.... Espérame, amor, que ahora vuelvo.

Leonardo le dio un beso fugar a Riario y el conde se cruzó de brazos para ver como Da Vinci se acercaba a grandes pasos hacia la pareja al ver a Sandro dudar y los agarró a ambos de los brazos y  los enfrento para que hablaran de una buena vez. A Leonardo se le había terminado la poca paciencia que tenía después de 5 horas buscando. Estaba cansado, hambriento y tenía ganas de pasar lo que restaba de día con Girolamo y no sentado encima de un caballo cuando podía cabalgar sobre su amante.

-Sandro, te quiero amigo, pero si no se lo dices tú, lo hare yo...Ya está bien de tanta tontería, que parece que tienes tres años y tu... ¿Por qué coño te vas sin avisar? ¿No sabes lo preocupados que estábamos?

Luca abrió la boca para protestar y miro a ambos artistas boqueando como si fuera un pez fuera del agua y al final decidió callarse.

Leonardo le hizo un gesto a Sandro para que hablara y Botticelli giro los ojos en blanco, soltándose de su agarre.

- ¡¡¡Joder!!! Está bien... Luca, no te puedes ir porque te necesito.

La muchacha abrió los ojos con sorpresa y de nuevo la expresión de furia se instaló en su rostro.

- ¿Que qué? Pero que morro tienes Botticelli.... No pienso ser tu esclavo más tiempo. La sabana está casi terminada y yo ya no hago ninguna falta en el taller.

Leonardo miro al otro artista cruzándose de brazos y casi escupió las palabras.

-Sandro. Díselo. Claramente. No des más rodeos.

Botticelli bufo y los miro a ambos y casi con un gruñido le hablo a la chica.

-No te puedes ir porque te quiero. Me da igual que seas un chico, una chica o un ser mitológico de color verde. Te quiero, Luca. Y me da igual que estés conmigo como Hécate o como mi aprendiz. Solo quiero que te quedes.

-Y ya está... ¿Ves como no era tan difícil, Botticelli? Ahora si me disculpas yo me vuelvo a Florencia con Girolamo....

Leonardo se despidió con un gesto y fue de nuevo a proa, con su conde y con Americo.

Luca y Sandro se giraron a mirar cómo se iba Leonardo, esquivando cubos de madera y cabos y la chica suspiro, frotándose los ojos.

- Sandro, fumoasa mea...Tú no puedes quererme a mí, ¿vale? Yo no puedo competir con el recuerdo de Simonetta....

Luca sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas al sentir lo poca cosa que era y aparto la cara para que el artista no la viera llorar.

- Yo no tengo nada... No tengo una buena familia, ni una buena reputación... Ni tan solo un sitio donde caerme muerta. Y tú eres un artista reconocido en toda Italia...

Dijo ella entre murmullos ahogados. Sandro se acercó a ella y levantándole la barbilla con dos dedos la miro a los ojos.

- Lo que soy es una mierda, Luca... Me da igual que no tengas nada, porque yo tengo suficiente para los dos. Te quiero y quiero compartir lo poco que tengo contigo. Si te vas ¿Quién cuidara de mí? Soy un puto desastre. Lo sabes....  Bebo como un cosaco, fumo opio, armo pelea y pago a chicos para que me torturen mientras me follan... Pero si tú estás conmigo, no necesito nada de eso. Contigo las caricias no duelen, mi bella.... Por favor... Dame una oportunidad.

Dijo Sandro mirándola a los ojos y Luca negó con la cabeza, y al hacerlo dos lágrimas resbalaron por sus mejillas.

- Sandro... No puedo... Yo soy una furcia de la calle y tú tienes una reputación que guardar...

-¿Mi reputación? Cariño... Mi reputación se fue a tomar por culo hace años... No es algo que me preocupe... Por favor, Luca...Quédate conmigo. No soy perfecto, pero intentare ser un buen hombre para ti. Pero no me dejes. España está muy lejos y está llena de locos. A la gente como nosotros la queman en la hoguera o los ahorcan después de torturarlos. Los reyes católicos odian a la gente como nosotros. Para ellos somos herejes y nuestro sitio está en Florencia.

Luca suspiro y levanto sus ojos anegados en lágrimas hacia el pintor y poso una de sus manos en su mejilla.

-¿qué voy a hacer contigo, Botticelli?

Susurro con un amago de sonrisa y el pintor se encogió de hombros, haciendo una mueca graciosa con los labios.

-Pues lo que tú quieras, menos dejarme....

Luca se rio y se puso de puntillas para besarlo y Sandro la rodeo en sus brazos, sintiéndose el hombre más afortunado del planeta.
Cuando se separaron, el artista echo un vistazo a las ropas de muchacho que llevaba la chica y negó con la cabeza.

-Si te apetece llevar pantalones, hazlo, pero por dios, no ocultes tus curvas, porque me volveré loco si no las veo a cada segundo.

-Eres idiota, Botticelli...

Rio Luca apoyando su frente contra el pecho del artista y el sonrió, acunándola contra él.

-Sí, pero soy tu idiota...

Susurro inclinándose para besarla de nuevo.

Un rato después, ambos volvieron a la cubierta y Sandro levanto una ceja al ver a Vespucci solo.

-¿Y Leonardo y el Conde?

Pregunto sorprendido y Americo se encogió de hombros.

-Se han ido. Dicen que te las apañes para volver, pero que no te esperan más rato.

Botticelli miro a Luca abriendo la boca con sorpresa y al final exploto maldiciendo a gritos.

-¡¡¡ Da Vinci!! ¡¡¡Cabron!!!! ¿¡¡¡ Pretendes que vuelva andando a Florencia!!!!?

CONTINUA EN EL CAPITULO 47



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