ATENCION: ESTE POST CONTIENE ESCENAS DE CARACTER SEXUAL +18
CAPITULO
X
Leo sonrió y sin esperar
a estar en la recámara de Girolamo, lo empujó contra la pared.
- Ajá... Veo que le ha
gustado el perverso vicio de la sodomía, conde... Sepa, mi señor que hay muchas
cosas que debe aprender aún y que estaré encantado de guiarle en los oscuros
secretos de la perversión.
Riario se echó a reír y
tiró de Leonardo para poder frotar su erección con la suya.
- Estaré encantado de que
me guíe en mis pecados... artistas, pero quizás deberíamos conseguir algo para
ayudarnos en nuestros propósitos. Creo recordar que Alessandro guardaba ciertos
aceites para sus vicios más impuros.
Leonardo sonrió, arrugado
su nariz en un gesto típico que denotaba que se lo estaba pasando en grande y
posó sus manos en las caderas de Girolamo, empujándolo contra él.
- Aceites... Me parece
una idea estupenda para seguir con tus enseñanzas.
Sus labios pasearon por
la mandíbula del conde y bajo, acariciando con su nariz el camino bajo la
barba.
- No puedo esperar a
llegar a tu lecho, Girolamo. Te necesito siempre... Cada segundo que no te
tengo es un segundo desperdiciado.
Susurró mordisqueando la
nuez del conde, a la vez que sus caderas se alineaban en el ángulo perfecto
para sentir la erección de Riario contra la suya.
El romano gimió, pero
llevando algo de cordura a su mente, posó las manos en los hombros del artista
y se obligó a apartarse de él.
- Acompáñame a por esos
aceites y te prometo que me tendrás del modo que tú quieras, artista, porque si
no paramos ahora, me vaciare aquí mismo.
Girolamo lo beso con
pasión, capturando los labios del artista con sus dientes y lo empujó
suavemente.
Leonardo se separó de el
a regañadientes y lo siguió por los pasillos hasta que llegaron a una zona que
Leonardo ya conocía.
Leonardo recordó con un
estremecimiento la última vez que estuvo en los baños papales y se froto los
brazos, intentando alejar el recuerdo de Clarisa Orsini crucificada dentro del
agua.
Realmente el Pecador
tenía un sentido del humor muy macabro.
Riario siguió su mirada
hasta el agua y apretó los labios en una mueca al saber que imagen acudía a la
mente de Leonardo.
No se disculpó pero
tampoco se quedó mucho mirando el agua y con presteza cogió unos cuantos
frascos de lo que habían venido a buscar.
Para regresar a sus
aposentos, tomaron un desvío por un túnel camuflado tras uno de los muros del
baño y Leo soltó una exclamación de júbilo al descubrir el pasadizo.
- ¿Debo suponer que tus
sirvientes tomaban a menudo estos caminos para complacer tus necesidades más
ocultas?
Bromeó Da Vinci y
enseguida se arrepintió que a veces su boca fuera más rápida que su cabeza
Una sombra de tristeza
cruzó el rostro de Riario cuando se adentró en su recámara y negó con la
cabeza.
- Mi vida siempre estuvo consagrada a Dios y a
mi padre. Yo crecí en la enseñanza de que el sexo fuera del matrimonio era
pecado y no fue hasta nuestro viaje al nuevo mundo que descubrí los placeres de
la carne.
La única persona con la
que he compartido lecho aquí es contigo.... Nunca toque a Zita.... No mientras
fue mi esclava... Ella... Ella fue mi primera y única amante.
Leonardo se acercó a
Riario y tomó su rostro entre sus manos.
- Soy un idiota. Lo
siento. Debí haberlo sabido.
Riario alzó sus grandes
ojos hacia Da Vinci y sonrió con un dejé de pena.
-No podías saberlo, artista.
Ahora probemos esos aceites.
Fundiéndose en un apasionado beso, cayeron sobre el lecho amándose hasta que ambos cayeron dormidos y agotados.
Riario se despertó en
mitad de la noche, y observo como Leonardo dormía a su lado.
La expresión del artista
era serena y relajada y tras depositar
un suave beso en el hombro del florentino, Girolamo se preguntó por enésima vez
como un genio como Da Vinci podía estar interesado en alguien como él.
"En realidad no lo está... "
La voz ronca y rota lo sobresalto y Girolamo se incorporó sobre sus codos con el corazón latiéndole incontroladamente.
-¿Qué demonios...?
Riario se levantó con cuidado de la cama, intentando no despertar a Leonardo, y buscó a tientas su daga, intentando encontrar el origen de esa voz en la oscuridad.
Despacio abrió el pasadizo que conducía a los baños papales y siguió el sonido de la risa ronca, que parecía resonar a su lado y apretó los dientes, intentando concentrarse.
"¿Enserio creías que el gran Da Vinci te iba a querer a ti? ¿A un pobre gusano?
Das pena, Girolamo."
Riario giro sobre sí mismo, protegiéndose con la daga, y avanzó por el pasillo, hasta llegar a la amplia estancia.
-¿Quien está ahí?
Susurro con voz amenazante. Un reflejo a su lado, lo hizo volverse y con rapidez, lanzo un golpe con su daga, pero se dio cuenta de que solo era su propio reflejo, proyectado en un espejo.
Una carcajada histérica resonó en la estancia y Girolamo se tapó los oídos, haciendo una mueca ante el desagradable sonido.
"Él no te quiere. Solo te está usando. Le eres conveniente, gusano. Te usará y luego te dejará, como ya hizo aquella vez en el barco..."
-¿Quién eres?
Riario cayó sobre sus rodillas, apretándose los oídos. La voz parecía provenir desde dentro de su cabeza, y sentía que le iba a explotar.
"Yo soy el Minotauro."
Girolamo alzó la vista y con horror descubrió que su propio reflejo estaba sonriendo y que sus ojos eran rojos, irritados por la sal que el laberinto había usado para convertirlo a su causa.
-¡No! Esto no puede estar pasando.... Tengo que volver con Leonardo. El sabrá...
"Él no sabe una puta mierda, gusano. Pero ya me encargaré de que aprenda un par de cosas..."
Riario se puso en pie, y cada vez más asustado se dio cuenta de que su cuerpo no le respondía, y el reflejo del espejo, sonrió, en una macabra mueca.
-No te preocupes, gusano... Yo me encargaré de Da Vinci... Le voy a devolver cada uno de los favores que nos ha prestado.
Girolamo empezó a gritar, intentando imponerse, pero el Pecador era mucho más fuerte y se había aprovechado de su única debilidad.
"No le hagas daño, por favor... No le hagas daño a Leonardo"
Suplico intentado tomar el control de su cuerpo de nuevo, y el pecador se miró en el espejo y sonrió, apartándose el flequillo de los ojos.
- Deja de gimotear como una niña, Girolamo. Tan solo voy a pagarle con la misma moneda. Quid pro Quo,Girolamo... Quid pro Quo.
El pecador se echó a reír y recogiendo la daga del suelo, volvió sobre sus pasos, y alzo las cejas al ver a Leonardo dormido en la cama.
-Esto va a ser realmente divertido.
Susurro el pecador mordiéndose el labio y haciendo caso omiso a la lucha interna que se desarrollaba dentro de su mente.
Continua en capitulo XI
Me muero con esta parte "Veo que le ha gustado el perverso vicio de la sodomía, conde... Sepa, mi señor que hay muchas cosas que debe aprender aún y que estaré encantado de guiarle en los oscuros secretos de la perversión."
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