ATENCION: ESTE POST CONTIENE ESCENAS DE CARACTER SEXUAL+ 18 ,LENGUAJE INADECUADO Y USO DE ALCOHOL.
CAPITULO XXX
El artista se acercó a la
barra de la taberna y pidió una gran jarra de vino y un plato de uvas y tras
darle unas monedas a la mujer, se giró con una sonrisa llena de promesas hacia
Girolamo.
-Vamos, Girolamo. Una vez
me dijiste que si ibas a ir al infierno, fuera yo quien te llevara.... pero
esta vez te llevare de la mano hasta los placeres del paraíso, placeres que
nunca antes has sentido antes y estoy dispuesto a sacrificar mi alma para mostrártelos.
Riario contuvo el
aliento, sintiendo la presión de su miembro contra el cuero de sus pantalones y
de repente no pudo esperar. Necesitaba a Leonardo tanto como respirar y
cogiendo la mano que el artista le tendía, subieron a la habitación que había
rentado.
El conde se sorprendió al
ver que en el pasillo había una pareja y era evidente que el hombre que estaba
de rodillas le estaba realizando una felación al otro, que empujaba sus caderas
contra la boca de su amante, mientras lo sujetaba del pelo.
En Florencia, a nadie le parecía
importar que cada cual hiciera lo que le venía en gana y no pudo evitar pensar
en Sodoma y Gomorra y eso infundió un poco de confianza en el.
Mientras Leonardo peleaba
por abrir la puerta sin que se le cayeran ni el vino ni las uvas, Girolamo se situó
a su espalda y con descaro poso sus manos en el trasero del artista, amasándolo.
Se mordió el labio y una
de sus manos se deslizo hacia adelante, palpando el considerable bulto que se había
formado en los pantalones de su amante y pegando su pecho a la espalda de su
artista, mordió con delicadeza el tendón de su cuello, antes de susurrar en su oído.
- Quiero follarte aquí y
ahora, Leonardo... Quiero hundir mi polla lentamente en ti y hacerte gritar mi
nombre hasta que me supliques... Quiero rodear la tuya con mi mano y ordeñarte
hasta que tu leche se derrame entre mis dedos....Oh, joder, Leonardo...No puedo
esperar más...
El artista gimió al oír
las palabras que Girolamo le susurraba y aunque por unos momentos se preguntó
si el Minotauro había vuelvo, pronto su excitación se inflamo y, arqueando las
caderas se meció contra la mano de su amante y cuando al fin logro abrir la
puerta, se apresuró a dejar la bandeja sobre una desvencijada cómoda.
Antes de que la puerta se
cerrara del todo, ambos amantes se besaban casi con desesperación.
La lengua de Girolamo
saqueaba la boca de Leonardo mientras tiraba de sus ropas para desvestirlos, y
cuando el artista cerró la puerta de una patada, el conde lo derribo contra
ella, agarrándolo con fuerza de las nalgas lo levanto del suelo y presiono su
miembro contra el de Leonardo.
El artista rio, rodeando
el cuello de su amante con los brazos y su cintura con sus piernas y dio gracias de haber soltado el vino y las
uvas antes del asalto de su conde.
-Eres casi todo huesos
caro... No pesas nada.
Gimió Girolamo mientras
bajaba besando hacia el pecho de su artista.
Leonardo deslizo su mano
por la nuca de su antigua némesis y lo apretó más contra su cuerpo, ansioso.
Desde la pelea con Zo y Sofía,
sentía como si la corriente de un rayo lo atravesara y Aunque se moría de ganas
de que Girolamo le hiciera el amor, lo obligo a mirarlo.
-Espera, vita...
Espera... El vino...
Girolamo estiro el brazo
y cogiendo la jarra, se la paso a Leonardo, que lo miraba fijamente, con la respiración
acelerada.
-Ahora te voy a enseñar cómo
se disfruta de verdad este veneno al que llaman vino...
Susurro el artista
echando la cabeza hacia atrás y vaciando un poco de vino dentro de su boca.
El licor se derramo por
su barbilla y el conde se apresuró a lamer primero su boca y luego el reguero
que la bebida dejaba a su paso.
Leonardo rio al sentir
los dientes de su amante apretando sus tetillas, y vertió mas vino encima de su
cuerpo, instando a que Girolamo lo lamiera.
Riario lamia el cuerpo de
Leonardo, casi como si comulgara, extasiado por el sabor del vino en la piel de
su amante.
El artista jadeo,
hundiendo los dedos de la mano que tenía libre entre el espeso pelo negro del
romano y lo obligo a volver a sus
labios, besándolo como si la misma vida se le fuera en ello y sin abandonar su
boca ni un solo momento, bajo sus pies al suelo y empujando con su cuerpo al
romano, llegaron hasta la cama, donde Girolamo se sentó, observando como
Leonardo quedaba de pie frente a él.
Cogiéndolo de las caderas, intento que el artista se sentara en su regazo, pero Da Vinci negó, y apoyando una de sus manos en el amplio pecho de Girolamo, lo empujó suavemente hacia atrás.
Cogiéndolo de las caderas, intento que el artista se sentara en su regazo, pero Da Vinci negó, y apoyando una de sus manos en el amplio pecho de Girolamo, lo empujó suavemente hacia atrás.
-Ahora, mi lord, le
mostrare otro de los placeres que esta vida de desenfreno nos brinda y que yo
como maestro soy conocedor de todos y cada uno de ellos.
Cogió el racimo de uvas y
con sensualidad se sentó a horcajadas encima de su amante. Girolamo rodeo su
cintura con sus brazos y Leonardo sonrió, cogiendo uno de los granos de la
fruta entre sus dientes, haciéndolo estallar y acerco su cara a la del conde.
Lo beso, empujando con su
lengua el dulce fruto hacia la boca de Girolamo y se estremeció al sentir la
suave caricia de los labios de Riario en los suyos.
Separándose de nuevo,
Leonardo volvió a coger el vino y lo vertió en la boca del conde.
-¿Te empieza a hacer
efecto el vino, bello ragattzo?
Riario sonrió, estirando
el brazo para coger las uvas y paseo una por el torso de Leonardo.
-No sabría decirte...
Nunca antes me he emborrachado, pero si esto es lo que se siente...me gusta....
Subió la fruta hasta los
labios del artista y cuando este la cogió entre sus dientes, Riario se lanzó a
besarlo, sintiendo el sabor de la uva combinado con los besos de su amante.
-Abre la boca, caro...
Susurro con la voz
enronquecida por el deseo. Girolamo obedeció y Leonardo lleno su boca con más
licor, dejándolo caer también por su barbilla y su pecho y se inclinó a lamer
el camino que el zumo de la uva le marcaba en el cuerpo de su amante.
Girolamo lo miro
embelesado y pensó que jamás en toda su vida había visto nada más erótico que
la visión que ahora contemplaban sus ojos.
Leonardo lamia con
sensualidad el camino entre sus pectorales y de vez en cuando derramaba un poco
más de vino sobre el pecho de su amante y el conde pensó que podía enloquecer.
Su precioso artista parecía
un ángel salido de las bellas pinturas que decoraban las capillas del Vaticano,
con su pelo revuelto y su cuerpo fibroso contorsionado en una postura casi
imposible y el conde se sintió morir al verlo acariciar su cuerpo con la misma
delicadeza que usaba el artista para sus
obras de arte.
Leonardo siguió
derramando vino sobre el estómago de Girolamo y cada vez que su lengua lamia
toda la extensión de piel, el conde se arqueaba, necesitando más.
-Leonardo.... Por
favor... Por favor....
Suplico con voz queda
Girolamo cuando el artista mordió los huesos de sus caderas.
-Shhhhh, calla, mi
bello... Aún no he terminado...
Cogió otra uva y la hizo
estallar entre sus dientes y luego la paseo por el glande inflamado de su
amante, haciéndolo jadear.
Su lengua rodo por el aro que decoraba el miembro de Girolamo y sin más preámbulos, lo acogió entero en su boca, apretando con sus dedos la ancha base.
Su lengua rodo por el aro que decoraba el miembro de Girolamo y sin más preámbulos, lo acogió entero en su boca, apretando con sus dedos la ancha base.
Girolamo se sentía enloquecer
y se arqueo por completo, bombeando contra las húmedas caricias que su artista
le prodigaba y jadeo, cuando los labios de Da Vinci lo abandonaron.
El artista subió de nuevo
por su cuerpo, besándolo y lamiéndolo y sentándose a horcajadas encima de sus
caderas, guio el henchido miembro de su amante a su entrada, y se empalo a sí
mismo, apretando los dientes al sentir como el piercing del romano arañaba en
el sitio perfecto.
Apoyo sus manos en los
hombros de Riario y empezó a moverse, meciendo sus caderas con un ritmo
constante.
Girolamo sentía que no podía
respirar debido al placer que sentía.
La imagen de Leonardo cabalgándolo,
era lo más sensual que sus ojos habían contemplado nunca y sus manos se
aferraron con fuerza a sus caderas, dejando allí las marcas de sus dedos.
Da Vinci gimió, y bajo
para poder besar los labios de su amante.
Con un movimiento hábil, Riario se incorporó, y lo abrazo contra su pecho con fuerza.
Con un movimiento hábil, Riario se incorporó, y lo abrazo contra su pecho con fuerza.
-Te amo, Leonardo...Te
amo...
Susurro contra su boca
entreabierta.
Leonardo se sentía muy
cerca y una de sus manos se deslizo entre los dos cuerpos, acogiendo su erección
en su puño y su mano empezó a moverse, al mismo compas que las embestidas de
ambos le marcaban.
Girolamo sintió como el
genio se estremecía entre sus brazos y con un movimiento rápido, tumbo a Leonardo
sobre su espalda y empezó a moler su pelvis con fuerza, arrancándole gritos de
placer.
-Si...si...Mas fuerte,
Girolamo...Mas fuerte...
Logro jadear el artista
antes de que sus gritos se vieran acallados por la boca del romano.
Sus muslos apretaron con
fuerza las caderas de Girolamo cuando sintió como el orgasmo lo golpeaba con
fuerza y se corrió, entre gemidos ahogados, sintiendo como a la vez, el calor
de su amante lo llenaba.
Riario se derrumbó sobre
el pecho de su amante e intento recuperar la respiración, mientras los dedos de
Leonardo se hundían en su pelo y lo acunaba contra su cuerpo.
-En una de estas conseguirás
matarme, artista...
Murmuro Riario contra el
cuello de su amante. Leonardo dejo escapar una suave risa y acaricio la amplia
espalda del conde con su mano abierta.
-Si no me matas a mí
antes....
Riario suspiro y lo miro
a los ojos.
-La de tiempo que nos habríamos
ahorrado si hubiéramos decidido follar desde el principio...
Leonardo dejo escapar una
carcajada y lo apretó más contra su pecho.
-Aquel día en las escaleras del palacio de Lorenzo no me
tentaste del modo correcto.... Si tan solo me hubieras ofrecido tu cuerpo, lo habría
aceptado sin dudarlo. Desde el momento en que te vi, desee tenerte a mi lado.
Girolamo lo miro, sintiendo
que su corazón se inflaba con orgullo y sus largos dedos acariciaron con
ternura la mejilla de Leonardo.
- A veces lo que nos mata
por dentro es lo que no decimos, caro...
Leonardo asintió y beso
con amor los labios de su amante.
- Por eso necesito
decirte lo mucho que te amo todos los días, Vita mía.
-Yo también te amo,
Leonardo... Ahora sé que una vida sin ti, no es vida y prefiero morir a verte
arrancado de mi lado de nuevo.
Leonardo sintió como su pecho
se llenaba de felicidad y abrazo con más fuerza al conde contra su cuerpo.
- Nunca lo permitiré...
Nunca...
Susurro cerrando los
ojos. El efecto sedante del vino empezaba a hacer mella en ambos, y sin darse
ni cuenta se quedaron dormidos, envueltos en la paz de sentirse libres por
primera vez en mucho tiempo.
CONTINUA EN EL CAPITULO 31
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